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Actualizado: 30 de abril de 2025
Y si por casualidad hubiese entre ellos algún librepensador ¡qué confusión y vergüenza se apoderarían de su ánimo al ver que el Señor tenía de su lado a lo más distinguido y elegante de la high life madrileña!
La cáustica sátira madrileña, la más sangrienta quizá que hemos conocido, hízoles bien pronto variar de nombre. Carmen Tagle, profundamente resentida, porque habiendo representado ella a la reina negra en la partida de ajedrez no se había formado ninguna guardia en honra suya, comenzó a designar a la de su rival, por su origen japonés, con el nombre de Mikado.
Conchita estaba libre de la virtuosa presencia de doña Zobeida, que andaba por abajo en arreglos de equipaje. Los ojitos negros tenían una expresión maliciosa y prometedora. A él no le parecía mal la madrileña... ¡Pero en víspera de la llegada a Buenos Aires! ¡Cargar con un nuevo compromiso un hombre como él, que iba a la ventura!...
Volviendo á las señoras de las clases acomodadas, y especialmente á las aristócratas, hay que aplicar á sus costumbres externas, ó sea á sus hábitos, lo mismo que hemos dicho de su traje: son una repetición exacta de los hábitos de la alta sociedad madrileña.
El saloncito de doña Luz tenía todo el confort, toda la elegancia de un saloncito de una dama madrileña de las más comm'il faut, a par de ciertas singularidades poéticas del campo y de la aldea. Dos ventanas daban al huerto, donde se veían acacias, álamos negros, flores, árboles frutales, también en flor entonces, y brillante verdura.
Entre el boarding-house inglés, la pension de famille, francesa o suiza, la pensione italiana, la pensionshaus alemana y la casa de huéspedes madrileña, hay tanta semejanza como entre el Támesis, el Sena o el Tíber, de una parte, y de otra el Manzanares; y en este parangón le corresponde el papel de Tíber, Sena o Támesis a la casa de huéspedes, claro está.
Transcurridos pocos meses, y aproximándose la fiesta titular de la heredad, mi mujer, a fuer de buena madrileña propuso que la fiesta fuese celebrada con especial pompa.
Ruiloz y Javier daban juntos largos paseos, jugaban al ajedrez y con frecuencia comía el primero en casa del segundo; de suerte que los forasteros siempre tenían cerca al médico y éste se complacía en el afable trato de la familia madrileña. Esto sucedía a principios de Agosto.
Ello es que pasando días y semanas; estando perjeñado el discurso y a medio digerir; puestos en ejecución los planes de la marquesa y los planos de su arquitecto, y por los suelos algunos tabiques de la casa; en Madrid casi todos los encopetados touristas veraniegos; cada hombre político en su sitio; Verónica no tan aburrida ni nerviosa como a su llegada; Pepe Guzmán bien perdonado de su falta, en virtud de razones bien expuestas y mejor recibidas; la marquesa incapacitada de moverse de un sillón en cuanto la sacaban, con trabajos, de su lecho, y el marqués con su credencial de senador entre las manos, llegó el mes de octubre, y con él la ebullición de la vida madrileña, quiero decir, la de la gente de dinero y lustre en los campos colindantes de los placeres y de la política; y llegando el mes de octubre, que era el que esperaba el marqués con grandes ansias, dio por bien digerido su discurso, y consagró todo el muy escaso que le quedaba sano a disponer el programa de la fiesta.
Sobre la high-life de Madrid y sobre las damas de la suprema elegancia, el Sr. Taylor está algo satírico; pero en manera alguna singularmente ofensivo, ya que los vicios y faltas que halla en la smart set madrileña le parecen menores que los de la smart set neoyorquina.
Palabra del Dia
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