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A la vez que así nos sacaba roñosos maravedises para su majestad, echóse su señoría a pesquisar a todos los empleados que tenían manejo de fondos públicos; y tal revoltijo y gatuperio hallaría en el examen de algunas cuentas, que plantó en chirona a encopetados personajes responsables de éstas.

Salí con la vieja, y al pasar por la muralla deteníame para ver los barcos; mas no me era posible entregarme a las delicias de aquel espectáculo, por tener que contestar a las mil preguntas de Doña Flora, que ya me tenía mareado. Durante el paseo se le unieron algunos jóvenes y señores mayores. Parecían muy encopetados, y eran las personas a la moda en Cádiz, todos muy discretos y elegantes.

Ello es que pasando días y semanas; estando perjeñado el discurso y a medio digerir; puestos en ejecución los planes de la marquesa y los planos de su arquitecto, y por los suelos algunos tabiques de la casa; en Madrid casi todos los encopetados touristas veraniegos; cada hombre político en su sitio; Verónica no tan aburrida ni nerviosa como a su llegada; Pepe Guzmán bien perdonado de su falta, en virtud de razones bien expuestas y mejor recibidas; la marquesa incapacitada de moverse de un sillón en cuanto la sacaban, con trabajos, de su lecho, y el marqués con su credencial de senador entre las manos, llegó el mes de octubre, y con él la ebullición de la vida madrileña, quiero decir, la de la gente de dinero y lustre en los campos colindantes de los placeres y de la política; y llegando el mes de octubre, que era el que esperaba el marqués con grandes ansias, dio por bien digerido su discurso, y consagró todo el muy escaso que le quedaba sano a disponer el programa de la fiesta.

Se oyó un murmullo entre los encopetados y reverendos ocupantes del balconcillo; y el Gobernador Bellingham expresó el deseo general, al hablar con acento de autoridad, aunque con respeto, al joven clérigo á quien se dirigía. Mi buen Señor Dimmesdale, dijo, la responsabilidad de la salvación del alma de esta mujer pesa en gran parte sobre vos.

El pueblo comenzó a agolparse con su estúpida curiosidad a las puertas del palacio, y a poco una larga hilera de coches ocupaba toda la calle, suspendían un momento su pausada marcha, abríanse y cerrábanse con estrépito las portezuelas, y bajaban encopetados señorones, aristocráticos gomosos y damas elegantes; venían estas de trapillo, mirando a todas partes, entre asustadas y curiosas, y abrazaban a Currita haciendo exclamaciones de sorpresa, de indignación, de entusiasmo y de lástima.

Los preliminares amorosos de Nicolasa, que estaba entre los veinte y los treinta años de su edad, habían sido ya innumerables. Todos sus amores habían muerto al nacer. Á los pretendientes encopetados los había Nicolasa despedido, apelando al cura. Á los pretendientes de su clase los había desdeñado cuando ya llegaban á lo serio y hablaban del cura ellos mismos.