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Actualizado: 1 de julio de 2025


Ello es que pasando días y semanas; estando perjeñado el discurso y a medio digerir; puestos en ejecución los planes de la marquesa y los planos de su arquitecto, y por los suelos algunos tabiques de la casa; en Madrid casi todos los encopetados touristas veraniegos; cada hombre político en su sitio; Verónica no tan aburrida ni nerviosa como a su llegada; Pepe Guzmán bien perdonado de su falta, en virtud de razones bien expuestas y mejor recibidas; la marquesa incapacitada de moverse de un sillón en cuanto la sacaban, con trabajos, de su lecho, y el marqués con su credencial de senador entre las manos, llegó el mes de octubre, y con él la ebullición de la vida madrileña, quiero decir, la de la gente de dinero y lustre en los campos colindantes de los placeres y de la política; y llegando el mes de octubre, que era el que esperaba el marqués con grandes ansias, dio por bien digerido su discurso, y consagró todo el muy escaso que le quedaba sano a disponer el programa de la fiesta.

Dígolo por la impresión inenarrable que me causó Lituca, a quien había dejado algo triste y muy arrebujada en los pesados ropajes de invierno, y encontrada risueña como una aurora de abril, y rebosando de juventud y frescura en sus hábitos veraniegos, sencillos hasta la pobreza, pero limpios y alegres como el plumaje de las tórtolas que la arrullaban desde su huerto florido.

Los que hayan visto alguna vez a uno de los animados sitios veraniegos de la costa de los Estados Unidos, en los momentos de su apogeo, un domingo por la tarde, podrán trasladar la deslumbradora escena a un marco tropical; llenarlo de personajes escogidos, descendientes de la noble raza española; ataviarlos con arreglo a la última moda; y tendrán una idea de Pocitos tal como está en un día de moda.

El agua tomó de pronto el tono sombrío de un mar de invierno. Muchos se estremecieron de frío en sus trajes veraniegos. Maltrana creyó que el lejano Polo les enviaba su respiración antes de que lograsen introducirse en el abrigo del estuario. ¡Con tal que no tengamos bruma! dijo el doctor . La niebla en el río es de lo más fregado.

Robaban en Madrid, robaban en los campos veraniegos cuando salían de excursión a las ferias; pero todo había de ser nuevo, sin uso alguno. Su traje, aunque remendado y sucio, era suyo, lo habían hecho para sus cuerpos, y lo preferían, con toda su astrosidad, a las ropas usadas que fuesen mejores. Su estómago sufría antes el hambre que la náusea del asco.

Palabra del Dia

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