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A la vez que así nos sacaba roñosos maravedises para su majestad, echóse su señoría a pesquisar a todos los empleados que tenían manejo de fondos públicos; y tal revoltijo y gatuperio hallaría en el examen de algunas cuentas, que plantó en chirona a encopetados personajes responsables de éstas.

Acercábanse las operarias como abochornadas, y alzaban de prisa sus ropas, empeñándose en que se viese que no había gatuperio ni contrabando.... Y las manos de las maestras palpaban y recorrían con inusitada severidad la cintura, el sobaco, el seno, y sus dedos rígidos, endurecidos por la sospecha, penetraban en las faltriqueras, separaban los pliegues de las sayas.... Mientras los bandos de mujeres iban saliendo con la cabeza caída humilladas todas por el ajeno delito , el reloj antiguo de pesas, de tosca madera, pintado de color de ocre con churriguerescos adornos dorados, que dominaba el zaguán grave y austero como un juez, dio las seis.

Dijo la gallina de cierto cuento: Poner huevo y no comer trigo, ésa no va conmigo. El anónimo levantó roncha en el espíritu de la señora, y se dió a pensar en la infidelidad del señor Mesía; y tanto zumbó en su alma el tábano de los celos, que decidió remontar el vuelo, caerle al cuello al perjuro y sorprenderlo en el gatuperio.

Pero si lo es o no lo es, ¿a qué me importa? Yo no me quejo de la reina ni del cura. De quien me quejo es de aquella embustera gazmoña de doña Inés, que es la que ha armado contra todo este gatuperio. Ella me las pagará. ¡Voto a Cristo que me las pagará!

Mejor tuvieras vergüenza y fueras persona decente como yo. ¿En dónde pasas las noches?... ¿en qué gastas el dinero?... Y luego viene diciendo el bobo que se trata con esos señores de política, y que está armando un gatuperio como el de los tiempos en que cayó la Mamancia.... ¿Qué entiendes de eso, cafre, si andas en dos pies porque al Señor se le olvidó hacerte la cruz en el lomo?... Mira que no se ha acabado la madera de que hicieron las horcas en la plazuela.

Le he visto, le he visto en alguna parte pensaba entrando hacia la sala . ¡Si tendremos gatuperio...! Estaría bueno. Pero más vale así». Y en alta voz y de mal modo, preguntó a Fortunata: «¿Quién es ese viejo?». Yo creí que le conocías. D. Evaristo Feijoo, coronel o no qué de milicia... Es grande amigo de Juan Pablo. ¿Y quién es Juan Pablo? ¡Vaya unos conocimientos que me quieres colgar...!

Quiero que seas leal conmigo, como yo lo soy contigo. En cuanto te canses avisas... Aquí no me entres a ningún hombre, porque si algún día descubro gatuperio, me marcho tan calladito y no me vuelves a ver... Lo mismo haré si lo descubro fuera. Si te portas bien, no dejaré de protegerte, ni aun en el caso de que me fuera preciso dejarte».