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Tampoco viajaban en aquella edad á Grecia, nacion que les era tan cercana; pues no hai escritor de ella que haga memoria de los hechos de los hebreos. El Emperador Augusto los favoreció grandemente; pues les dió permiso para vivir en barrio separado de Roma á la otra banda del Tiber, que fué el primer asiento que ellos tuvieron en Europa.

A lo lejos los ladridos de los perros resonaban en la otra margen del Tiber; mas cerca de mi, el grito lugubre de los buhos salia del palacio de Cesar, y el viento me traia los sonidos moribundos del canto nocturno de las centinelas.

Es claro que en tiempos pasados la atmósfera en que podía elevarse el hombre-globo entre nosotros, era sumamente limitada: los que más se habían podido separar del suelo habían hecho consistir todo su esfuerzo en llegar a los escalones del trono, y si un hombre-globo llegaba a ser entonces Ministro, había hecho toda la ascensión que se podía de él esperar: uno solo conocieron nuestros físicos más experimentados que consiguió remontarse en aquella época hasta las más altas cornisas del coronamiento del real palacio; pero sea por falta de dirección una vez en el aire, sea por haber calculado mal la intensidad de su gas, una ráfaga violenta bastó para romper el globo, y el aire se lo llevó hasta caer todo agujereado a orillas del Tíber, donde yace todavía malparado: culpa acaso también de no haber hecho uso de su paracaídas, aunque, como dice muy bien don Simplicio de Bodilla, para caídas no hay como un globo roto.

Entre el boarding-house inglés, la pension de famille, francesa o suiza, la pensione italiana, la pensionshaus alemana y la casa de huéspedes madrileña, hay tanta semejanza como entre el Támesis, el Sena o el Tíber, de una parte, y de otra el Manzanares; y en este parangón le corresponde el papel de Tíber, Sena o Támesis a la casa de huéspedes, claro está.

Iba a ponerse a estudiar, y no de cualquier manera ni cualquier cosa; sus estudios de retórica habían ya terminado el año último, y acababa de asistir a la toma de Troya y a la fundación de Roma; había bebido con Horacio en las cascadas del Tíber, admirado a las abejas con Virgilio, salvado a la República con Cicerón y alborotado en las plazas de Grecia con Demóstenes.

Dexese la ciudad á la siniestra Mano, dixo Mercurio, el bagel vaya Y siga su derrota por la diestra. Hacer al Tiber vimos blanca raya Dentro del mar, haviendo ya pasado La ancha Romana y peligrosa playa. De lexos vióse el aire condensado Del humo, que el estrombalo vomita, De azufre, y llamas, y de horror formado.

Perlas el Sur, Sabea sus loores, El oro Tiber, Hibla su dulzura, Galas Milan, y Lusitania amores. Enfin ella es la cifra, do se apura Lo provechoso y honesto, y deleitable, Partes con quien se aumenta la ventura. Es de ingenio tan vivo y admirable, Que á veces toca en puntos que suspenden, Por tener noséque de inescrutable.

Salimos al fin de la población por la puerta llamada de Aníbal, bajando una pendientísima cuesta hasta llegar al famoso Puente Romano. ¡Cartago! ¡Roma!..... ¡Todas las grandezas históricas van unidas á la de Salamanca! El Tormes sabe tanto de mundo como el Tíber.

Cada uno se va por donde ha venido, y sale después Cornelia, que se pregunta por qué estará tan agitado; triste Cayo; dice que rehusó las viandas ricas de opulenta mesa, para irse á vagar silencioso y abstraído por la margen que baña del lento Tíber la corriente undosa.

Trájonos este príncipe distinguidos profesores formados en las grandiosas máximas de Perrault y de Fontana: Juvara, Sachetti, Raveglio, Bonavía, trasportándolas de las orillas del Tiber á las del Manzanares, desterrando de todo punto las licenciosas prácticas churriguerescas, inauguraron la segunda restauracion.