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Actualizado: 28 de junio de 2025


El Duque ordena á su hijo que muerte á quien encuentre atado en su gabinete, cubierto el rostro con un velo, y con una mordaza en los labios; Federico ejecuta sus órdenes, y averigua después que la muerta es su madrastra; luego perece él á mano de los centinelas por mandato del Duque.

La joven exclamó con energía al fin frunciendo la tersa frente: Ya quién se lo ha dicho a usted. Y su sangre, al proferir estas palabras, huyó del rostro nuevamente como una marea de reflujo instantáneo. La de su madrastra también se concentró en su lastimado corazón. Inclinó la blanca y fatigada cabeza, diciendo: Si lo sabes, no pronuncies su nombre.

Por otra parte, don Andrés temblaba al pensar en el furor de doña Inés cuando descubriese que Juanita, con su hipocresía y sus embustes, la había estado engañando, y que en vez de meterse monja se casaba con don Paco, y daba por madrastra a ella, enlazada ya con la familia más noble de toda aquella comarca después de la familia del duque, a la hija ilegítima de una mondonguera.

Por de contado, enredar: ¡si te tuviese siempre a mi lado andarías un poco más derechoLlegó a reprenderle duramente las faltas como si tuviese sobre él autoridad. Miguel temblaba cuando subía al cuarto de la guardilla con el pantalón roto, lo mismo que cuando iba a ver a su madrastra.

Era Lucía Población, aquella rubia tan espiritual, amiga de su madrastra, que había casado mientras él estuvo en el colegio con el coronel Bembo, ascendido hacía poco a general. D. Pablo estaba en Filipinas en un cargo importante; decíase que había ido allá a reponer su fortuna, quebrantada por las prodigalidades de su esposa.

Hallábase, pues, enfrascado en tristes cavilaciones, como ordinariamente le acaecía siempre que estaba solo, cuando acertó a ver a lo lejos dos señoras, cuya figura le trajo a la memoria en seguida a su madrastra y hermana. Según fueron acercándose, pudo cerciorarse de que no eran otras. Le dio un salto el corazón, y vaciló un instante entre marcharse antes que llegasen o permanecer en su sitio.

La señora que estaba a su lado no era otra que su madrastra, la brigadiera Ángela en carne y hueso, mucho más ajada, con el cabello gris, pero todavía bella y arrogante. La circunstancia de estar tocando con ella y la oscuridad de la sala, habían hecho que no la viese hasta entonces.

¡El capitán Antonio Riquer!... Un héroe de la isla de Ibiza, un marino tan grande como Barceló... Pero como Barceló era mallorquín y el otro ibicenco, todos los honores y los grados habían sido para aquél. Si hubiese justicia, debía tragarse el mar a la isla orgullosa, madrastra de Ibiza. De pronto, el viejo recordaba que Febrer era mallorquín, y permanecía en confuso silencio por unos instantes.

Con la cabeza sepultada en la falda de su madrastra, y sollozando, se había dormido. La señora de Ponce llevó un dedo a sus labios. ¿No te dije que vendría? Dios te bendiga, Juan. Buenas noches.

Como su madrastra ni entendía mucho en estos asuntos, ni estaba en disposición, a causa de su quebrantada salud, de tomar parte activa en los preparativos, el alma de ellos fué Clementina. Pasaba el día en casa de su padre, robando sólo algunos ratos que dedicaba a Raimundo.

Palabra del Dia

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