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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Las casas estaban construídas á la ligera sobre un suelo en el que se habían sucedido los temblores, hasta la llegada de la catástrofe final. Sólo tenían de ladrillos ó de cemento el piso bajo. Los otros eran de maderos, y habían sido devorados por el fuego volcánico, quedando únicamente las escaleras.
En la parte más alta de la fachada extendíase una fila compacta de ventanillas con adornos góticos, unas tapiadas, otras abiertas para dar luz y aire a los desvanes, y sobre ellas el alero monumental, el alero grandioso, como sólo se encuentra en los palacios de Mallorca, extendiendo hasta el promedio de la calle su ensamblaje de maderos tallados, ennegrecidos por el tiempo y sostenidos por vigorosas gárgolas.
Era el tiburón, boca con aletas, intestino natatorio, que traga con indiferencia muertos y vivos, carnes y maderos, limpiando las aguas de vida, dejando la soledad detrás de su coleo. Este destructor sólo elaboraba en sus entrañas un tiburón único, que nacía armado y feroz, dispuesto desde el primer momento á continuar las hazañas paternas, como un heredero feudal.
La necesidad de conservar sus maderos de construccion, de carpintería y hasta los que se destinan para servir de leña, ha obligado á la Francia, hace ya mucho tiempo, á crear la Administracion de Bosques, que tiene por objeto cortar los abusos de todo género á fin de conservar recursos para el porvenir.
Las noches en que se acostaba temprano, reflexionaba el solitario con los ojos abiertos, viendo deslizarse la luz difusa estelar o el resplandor de la luna por los maderos entreabiertos. Era esa media hora en la que se ve todo el pasado con una percepción sobrenatural; antesala del sueño, por la que pasan los recuerdos más remotos.
Aquí se ejercitaban los hombres en el juego de bolos, combatiendo seis mozos de la Pola con otros tantos de Entralgo. Los demás, interesados en la partida, miraban sentados en los maderos que por allí había diseminados. Entre ellos estaba una cuadrilla de mineros que de luengas tierras había traído la empresa que comenzaba á beneficiar los ricos veneros de Laviana.
A estas palabras, dichas con seriedad que más bien parecía broma, contestole Guillermina sentándose junto al pupitre, apoyando un codo en él, y mirando frente a frente al sobrino, cuya barba acarició con sus dedos, entre los cuales tenía enredado aún el rosario. «Todo eso lo dices por buscarme la lengua. Eres muy pillincito. Por de pronto vengan esos maderos que no te sirven para nada».
Naturalmente... seguro... esto es dijo el viejo frunciendo también el entrecejo. No hay nada de particular. Es mi casa; yo mismo he levantado todos sus maderos. No hay por qué temerla. Tal vez grite un poco, como hacen las mujeres, pero volverá a las buenas. El viejo fiaba, para sus adentros, en la exaltación del licor y en el poder de un valeroso ejemplo para sostenerse en semejante situación.
Fiat lux dijo Quevedo abriendo la linterna. Encontrábanse en un desván espacioso, pero interrumpido á cada paso por maderos desiguales. El bufón empezó á andar encorvado y cojeando por aquel laberinto. De repente se detuvo y enseñó un boquerón á Quevedo. ¿Y qué es eso? dijo don Francisco. Esto es una providencia de Dios. Más claro. Eso era antes un tabique. ¿Y ocultaba algo bueno?
Marcháronse los chicos que estaban jugando a la toña, y la esquina de la calle de la Pasión quedó desierta unos instantes: Paz no miraba ya más que a la puerta, creyendo que era tarde para que viniera. Pensaba que, si le veía, sería al salir. De pronto tuvo que apoyarse en uno de los maderos que sostenían el tenderete junto al cual estaban.
Palabra del Dia
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