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Actualizado: 13 de julio de 2025


Estaban también aquellas que no podían faltar dondequiera que hubiese holgorio, verbigracia: Pepa Frías, Lola Madariaga, etc. Había hombres de negocios, personajes políticos, títulos rancios y nuevos. Al montar en el tren podía observarse la solicitud servil de los empleados de la estación, la extrema turbación que en aquel recinto producían los poderosos de la tierra.

¡Ah ladrón, profeta falso! ¿Crees que no por qué te vas? ¿Te imaginas que el viejo Madariaga no ha visto tus miraditas y las miraditas de la mosca muerta de su hija, y cuando os paseabais y ella agarrados de la mano, en presencia de la pobre china, que está ciega del entendimiento?... No está mal el golpe, gabacho.

¿Y cuántos novillos puede usted vender, buen hombre? Unos treinta mil, señor. No necesitó oir más el personaje. Se levantó de su mesa y le ofreció obsequiosamente un sillón. Usted no puede ser otro que el señor Madariaga. Para servir á Dios y á usted. Aquel instante fué el más glorioso de su existencia.

Su palidez morena había adquirido un tono bronceado. Llevaba la barba crecida, una barba negra y rizosa. Don Marcelo se acordó de su suegro. El centauro Madariaga se reconocería indudablemente en este guerrero endurecido por la vida al aire libre. Lamentó en el primer momento su aspecto sucio y fatigado; luego volvió á encontrarle más hermoso, más interesante que en sus épocas de gloria mundana.

Luego, cuando pude desprenderme de sus manos, ahí en la esquina del ministerio de la Guerra, caí en las manos del conde de Sotolargo, y ése ya sabe usted que es pesado con un cincuenta por ciento de recargo. ¿Por qué? se apresuró a preguntar Lola Madariaga. Porque es tartamudo, señora. Los convidados rieron, algunos a carcajadas; otros más discretamente.

¡Háganse ilusiones, niñas! decía el padre . ¿Ustedes creen que las quieren por su lindura?... Lo que buscan esos sinvergüenzas son los pesos del viejo Madariaga; y así que los tuviesen, tal vez les soltarían á ustedes una paliza diaria. La estancia recibía numerosos visitantes. Unos eran jóvenes de los alrededores, que llegaban sobre briosos caballos haciendo suertes de equitación.

Parecía preocupada, triste, y dirigía frecuentes y rápidas miradas hacia el sitio donde el propio Ramón estaba. Verdad que detrás de él, en un diván, se hallaban sentados Pepe Castro y Lola Madariaga, charlando con gran animación. Pero el concejal no se hizo cargo de esto. Cuando León se levantó, Ramoncito le llevó aparte a un rincón y le dió con frase sentida sus quejas.

Clementina, Pepa Frías, Lola Madariaga y otras damas formaban grupo conversando con los aficionados a la charla desenvuelta y picante, Pinedo, Fuentes, Calderón. Las niñas y los pollastres se decían mil frases espirituales que les regocijaba hasta un grado indecible.

D. Pascual Ruiz Huidobro. Por el Sr. D. Joaquin de Madariaga, se dijo: Que igualmente reproduce el voto del Exmo. Sr. D. Pascual Ruiz Huidobro. Por el Sr. D. José María Balvastro, se dijo: Que se conformaba con el voto del Teniente General, el Exmo. Sr. D. Pascual Ruiz Huidobro. Por el Sr. D. José Cerras y Valle, se dijo: Que igualmente se conforma con el voto del Exmo. Sr.

¡La sonrisa irónica, feroz, cortante del doctor!... Argensola no había conocido al viejo Madariaga, y sin embargo, se le ocurrió que así debían sonreir los tiburones, aunque jamás había visto un tiburón. Es la guerra afirmó Hartrott . Cuando salí de Alemania, hace quince días, ya sabía yo que la guerra estaba próxima. La seguridad con que lo dijo disipó todas las esperanzas de Julio.

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