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Actualizado: 14 de junio de 2025


Juan Machín se fué a Bilbao y se confundió con los holgazanes y perdidos de baja estofa que pueblan de noche el barrio de Miravilla; pero, de pronto, el granuja inútil apareció como un hombre emprendedor; vino a Lúzaro, tomó las minas de Beracochea, y comenzó a explotarlas. A los cuatro o cinco años ganaba el dinero de una manera fabulosa.

Juan Machín no ha aparecido. Quizá anda perdido por los mares; quizá también ha ido a buscar algún tesoro en un rincón del planeta. Como guardando la tradición de la familia, es él el Aguirre inquieto que se pierde por el mundo. ¿Vive? ¿No vive? ¿Volverá? No lo . Confieso que al principio no hubiese querido que volviera; hoy, , me alegraría de verle y de estrechar su mano.

Su contestación me tranquilizó. Era verdad que Machín galanteaba a la chica, pero ella no le hacía caso. Puedes estar sin cuidado me dijo. Y ya menos inquieto, fuí a casa de mi madre. Al amanecer del día siguiente me levanté muy de mañana. Estaba el tiempo templado. Saqué una silla al balcón, me senté, y apoyado en la barandilla estuve contemplando el pueblo y la casa donde vivía Mary.

Nada, señora. Bueno, ya lo sabes. Dentro de unos días será la boda. Está bien, señora. Machín, el joven, sonrió, queriendo echárselas de malicioso, y el viejo siguió dando vueltas en su cabeza al pensamiento de si podía sacar alguna cosa más de la señora de Aguirre. Esa es la moral tradicional de las gentes ricas.

A dos metros más allá del foque dominaban las tinieblas y las olas obscuras, en su concierto continuo de ruidos y de murmullos. Una hora después estábamos delante de Frayburu. No cómo pudo atracar Machín en la roca, en aquella obscuridad, con la terrible marejada. Demostró que era un piloto atrevido. Hizo encallar la proa de la pequeña goleta en el arenal de Frayburu.

Et toi, cré nom d'un fainéant, fais donc rouler ton machinEl oficial sonrió, el tambor se hizo oír de nuevo y el trabajo empezó a recuperar su animación anterior. Un momento después se dio la señal de reposo que debía durar media hora.

Cogedle dijo Machín a los suyos y dejadle ahí arriba. Puedes hacer reflexiones durante una temporada añadió, dirigiéndose a con ironía . Ya sabes que esa mujer no es para ti. Que te conste. Hoy me contento con dejarte aquí para que vayas madurando tus ideas; otro día irás a hacer compañía a los peces.

Machín, sin atender a las indicaciones del atalayero, se lanzó sobre las olas amarillas de la barra, allí donde se confundían el cielo y el mar, y pasó él y pasamos nosotros con una velocidad vertiginosa, tan pronto en la cumbre de una montaña de agua, como casi atravesándola por en medio.

Usted es la persona indicada para guiarme. JULIA. ¿De veras? ¿Ha visto usted obras mías...? DORA. ¡Naturalmente...! ¡En el Salón...! JULIA. Pues tiene usted muy buena vista, porque debo confesarle que no he acudido a ninguna Exposición. DORA. ¡Qué aturdida soy...! Yo he visto trabajos de usted en otra parte... En casa de Chose..., o de Machin... DORA. ¡Eso es! ¡Qué cosa tan bonita, Dios mío...!

Estaba impaciente; salí de casa, y en la carretera me encontré con el médico viejo. Era gran madrugador y salía temprano para su visita. Le saludé, le acompañé, le dije si conocía a Mary y le pregunté qué se decía en el pueblo de las galanterías de Machín. Nada malo. Puedes estar tranquilo. No creo que le haga el amor a Mary. Está correctísimo con ella y la trata con gran consideración.

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