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Actualizado: 1 de mayo de 2025
También hay que escalar paredes de rocas, cuyas salientes apenas tienen la anchura suficiente para apoyar en ellas el pie, y están cubiertas por una capa de escarcha que parece palpitar bajo el agua glacial que corre por encima. Pero tales son el valor y la tranquilidad del espíritu, que ni un músculo se permite un movimiento falso, y todos armonizan sus esfuerzos para evitar el peligro.
A vuestra generación toca impedirlo; a la juventud que se levanta, sangre y músculo y nervio del porvenir. Quiero considerarla personificada en vosotros. Os hablo ahora figurándome que sois los destinados a guiar a los demás en los combates por la causa del espíritu. La perseverancia de vuestro esfuerzo debe identificarse en vuestra intimidad con la certeza del triunfo.
Algunas veces, sin saber cómo ni por qué, me entra cierta excitación, y me pongo así, nervioso y como echando chispas... me pongo eléctrico. ¿Ven ustedes?... ya lo estoy. Fíjese usted, Sr. D. Juan, y observe cómo se me mueve el párpado izquierdo y el músculo este de la quijada en el mismo lado. ¿Lo ve usted...?, ya está la función armada. Francamente, así no se puede vivir.
Media copita nada más... El vino no me hace provecho; pero muy agradecido, muy agradecido... y a medida que iba comiendo, le bailaban más el párpado y el músculo, que parecían ya completamente declarados en huelga. Notábase en sus brazos y cuerpo estremecimientos muy bruscos, como si le estuvieran haciendo cosquillas.
La catedral era para Gabriel un gigantesco tumor que hinchaba la epidermis española como rastro de antiguas enfermedades. Nada había que hacer allí. No era un músculo capaz de desarrollo: era un absceso que aguardaba la hora de ser extirpado o de disolverse por los gérmenes mortales que llevaba en su interior.
Luego vió aproximarse la cabeza de esta mujer con una rapidez agresiva, cual si fuese á morderle... Sus ojos, agrandados, lagrimeantes y vagorosos, parecían estar lejos, muy lejos. Tal vez no le veían... Su boca, temblona y azuleada por la emoción, una boca redonda y en relieve, como un músculo absorbente, buscó la boca del marino, apoderándose de ella, tirando de sus labios.
Al ponerse las botas, la rodilla derecha le dolía como si le metieran por la choquezuela una aguja caliente, y siempre que se inclinaba, un músculo de la espalda, cuyo nombre no sabía él, producíale molestia lacerante, que fuera terrible si no pasara pronto... «¡Qué bajón tan grande, compañero se decía , pero qué bajón! Y esto va a escape. Ya se ve.
Por vez primera se le ocurrió que un hombre pudiera desear ver a otra que no fuera ella. ¡A mí, y... a Carolina! El rostro de Ah-Fe se iluminó. Incluso profirió una corta risa de ventrílocuo, sin mover un sólo músculo facial. Luego, echándose la cesta al hombro, cerró cuidadosamente la puerta y se deslizó tranquilamente por la escalera.
Como toda la prudencia y la reflexión que podía esperarse de aquellos dos rudos montañeses había que buscarla en Chisco, yo no apartaba mis ojos de él, y no podía menos de admirarme al observar que ni en aquel trance de prueba se alteraba la perfecta regularidad de su continente: su mirada era firme, serena y fría, como de ordinario; su color el mismo de siempre, y no había un músculo ni una señal en todo su cuerpo que delatara en su corazón un latido más de los normales; al revés de Pito Salces, que no cabía en su ropa, no por miedo seguramente, sino por el deleite brutal que para él tenían aquellos lances.
Tampoco hay burra objetó el cazador sin pestañear ni alterar un solo músculo de su faz broncínea. ¿Que... no... hay... bu... rraaaaa? articuló, apretando los puños, don Pedro . ¿Que no... la... hayyy? A ver, a ver.... Repíteme eso, en mi cara. El hombre de bronce no se inmutó al reiterar fríamente. No hay burra.
Palabra del Dia
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