Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 18 de mayo de 2025
Al entrar recibió su rostro la luz roja de los quinqués que colgaban del techo, y muchos hombres le saludaron respetuosamente. Llevaba el poncho y las grandes espuelas de los jinetes del país. Su perfil aguileño y su tez hacían recordar á los arabes de origen puro. La barba y la cabellera eran en él luengas, negras y rizosas.
En pacto eterno con el hambre y la pobreza, condenados desde mozos a ver sus hazañas mal recompensadas y sin otro porvenir que una vejez de mendicidad, podía sin embargo el más humilde de ellos, si le ayudaba la suerte en las Indias, convertirse en señor de luengas tierras y virrey de un Imperio. La literatura dijo Ojeda influyó mucho más de lo que creen en la empresa de la conquista.
Junto al cuadro grande, y pegadas a él, como las ofrendas o ex-votos en el altar, pendían multitud de coronas de trapo con figuradas rosas, violetas y narcisos, y luengas cintas negras con letras de oro. Eran las coronas que había llevado la señora en su entierro, y que D. Carlos quiso conservar en casa, porque no se estropeasen en la intemperie del camposanto.
Abríase ante ellos la Ribera de Curtidores, con su declive tan rudo, que las últimas casas tienen sus tejados al nivel del arranque de la calle. Por encima de las cubiertas de las Américas veía Feli la ondulación de los cerros amarillentos, la llanura castellana, de suaves hinchazones, con su sequedad que acusa los objetos a luengas distancias.
El rostro pálido de Beatriz, con sus grandes pupilas y sus luengas pestañas como llorosas, posábase ahora sobre la página de su libro de oraciones, sobre las colgaduras del lecho, sobre el mismo Crucifijo, al cual confiaba su cuita. Fantasma fatuo y caprichoso como una llama volátil, y ante el cual su corazón se fundía de ternura.
Y fue que don Baltasar de Peralta, no porque mi madre se hubiese casado había matado, o por lo menos sujetado a los preceptos de la virtud, de la religión y de la honra, que en sí son unos mismos, aquel su amor tirano y voluntarioso que a mi madre había tenido y tenía, sino que muy contrariamente, dejó a la rabia y a los celos, sin intentar siquiera combatir con ellos, que este amor aumentasen; no dejaba la ida por la venida a la calle del Hombre de Piedra, y pasaba en ella, oculto por una esquina, o embebido en el hueco de una puerta, luengas horas, particularmente de noche, ansiando ver a aquella que era la agonía de su vida, la desesperación de su alma y el sujeto de todos sus pensamientos.
9 Después de estas cosas miré, y he aquí una gran compañía, la cual ninguno podía contar, de todas naciones y linajes y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero, vestidos de luengas ropas blancas, y palmas en sus manos; 10 y clamaban a alta voz, diciendo: Salvación al que está sentado sobre el trono de nuestro Dios, y al Cordero.
Los gritos y palmadas de los otros rusos acompañaban estas agilidades de loca danza gimnástica. Los judíos polacos y galitzianos, envueltos en sus hopalandas de carácter sacerdotal, contemplaban el espectáculo rascándose las barbas luengas, contrayendo los matorrales de sus cejas casi unidas.
El núcleo principal ocultábanlo unas colinas, pero por detrás de ellas asomaron, cual blancos tentáculos, los bulevares vecinos al mar, las luengas barriadas que la ponen en contacto con los pueblos inmediatos. Frente a Río Janeiro, en la ribera opuesta de la bahía, alzábase otra ciudad blanca, Nictheroy.
Solamente tuvo suerte la señora Andreíña. Porque tiene tres cabras que se acochan con los lobos. Moriré en un camino, al pie de un bardal. ¡Juntas nos atrapó la tormenta, señora Micaela! Iremónos los tres por luengas tierras pidiendo una limosna. A mí llevaréisme en un carretón. ¡Pudiera yo como tú trabajar! Pero no tengo voluntad.
Palabra del Dia
Otros Mirando