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Actualizado: 18 de mayo de 2025
También debía tener entre varias guías de viaje y numerosas postales con vistas, guardadas en un mueble antiguo de su caserón, un retrato de la doctora en música, vistiendo una toga de luengas mangas y un birrete cuadrado del que pendía una borla. De la vida que llevó después apenas se acordaba. Era un vacío de tedio cortado por congojas monetarias.
Pues ahí está el caso respondió el amable capitán de la guardia africana ; es un gorgojo el tal Ben-Farding, que no llega a tres palmos, y, salvo su cabeza, que es gorda como la Al-cuba de la mezquita, y sus pies, que son como dos luengas y anchas hojas de plátano, por lo demás se creería que su gravedad no llegase a veinte adarmes.
Pero para la liebre, vestida con su abrigado manto de suave y tupido pelo, era noche de festín, noche de pacer los tiernos retoños de los pinos, la fresca hierba impregnada de rocío, las aromáticas plantas de la selva; y noche también de amor, noche de seguir a la tímida doncella de luengas orejas y breve rabo, sorprenderla, conmoverla y arrastrarla a las sombrías profundidades del pinar....
Le hablaba siempre en tono protector o despreciativo, apenas contestaba a su saludo cuando le daba los buenos días por la mañana y se reía en presencia de doña Mónica y la criada de sus luengas barbas. Aquí estaba el toque probablemente de su furiosa antipatía. Las barbas de Barragán crispaban al tirano y más de una vez había amenazado con ir a cortárselas por la noche mientras durmiese.
El más antiguo en la casa era un joven moreno, casi cobrizo, pequeño de cuerpo, con luengas y lacias melenas. Teófilo Spadoni, famoso pianista, hijo de italianos esto era indiscutible , pero nacido, según él, unas veces en el Cairo, otras en Atenas ó en Constantinopla, en todas las ciudades adonde había emigrado su padre, pobre sastre napolitano.
Eran ángeles grandes, ángeles blancos que marchaban sobre un camino azul por un paisaje de oro. Uno llevaba en sus manos una arquilla, otro una copa, otro un lienzo. Los reflejos del sol en sus cimas tenían el brillo de luengas cabelleras rubias; los sueltos jirones de vapor eran ondulaciones de albas túnicas removidas por el solemne paso.
Creemos saberlo todo y no sabemos nada. Nuestras imaginaciones caprichosas es lo que nosotros reputamos por axiomas infalibles. Y así la mentira pasa por verdad, y la iniquidad es justicia. El tiempo y la distancia lo borran y trastruecan todo. No sabemos lo que pasa a nuestro lado: ¿cómo saber lo que ha pasado en tiempos remotos y lo que ocurre en luengas tierras?
Un año fué la Guía con ocho registros, y el pasmo de los lugareños, participado por carta á mi amigo, le dió un contento que casi rayaba en beatitud ó bienaventuranza. No es menor el gusto que se tiene en contar lances y sucesos y en describir prodigios. De aquí sin duda el refrán: de luengas vías, luengas mentiras.
Por todo esto deseaba el Real Consejo de Indias que se hiciese aquí una poblacion, y á ese fin se emprendió este viage: pero la experiencia ha desengañado, que todo lo que decian de esos rios los extrangeros es una mera y pura patraña, pues tal rio no se halla, ni señas de haberle jamas habido; que al fin es verdadero el adagio castellano, que, á luengas tierras, luengas mentiras.
Tú caminas para Córdoba: tu frente la veo de berroqueña, como antaño, y por último y feliz horóscopo, tus luengas orejas no han menguado ni un negro de la uña... ¡Oh, qué suerte tan dichosa te espera!; dame paz en el rostro y prométeme tu gracia y favor...
Palabra del Dia
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