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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Todavía eran más cándidos y relucientes sus cabellos levemente rizados y sus luengas y bien peinadas barbas. Al andar, se apoyaban algunos en dorados báculos. Otros traían y tocaban arpas, violines y salterios. Guirnaldas de verdura y de flores ceñían las sienes de todos aquellos ancianos.

Capítulo XXXVIII. Donde se cuenta la que dio de su mala andanza la dueña Dolorida Detrás de los tristes músicos comenzaron a entrar por el jardín adelante hasta cantidad de doce dueñas, repartidas en dos hileras, todas vestidas de unos monjiles anchos, al parecer, de anascote batanado, con unas tocas blancas de delgado canequí, tan luengas que sólo el ribete del monjil descubrían.

Seguíanla cincuenta arqueros escogidos, robustos y de elevada estatura, que llevaban el casco sencillo, la cota de armas y sobre ella el coleto blanco con el rojo león de San Jorge y calzaban recios borceguíes anudados á la pierna con luengas correa, todo lo cual constituía el equipo de los Arqueros Blancos.

Yo creo que le obligan todas las noches a que se ponga la cruz de oro sobre el pecho para entrar en el comedor, y si se olvida le riñen... Viene otro cura, un abate francés de barbas luengas, con aire de marino, que ha sido contratado para dar conferencias católicas en un teatro de Buenos Aires.

Además, el personaje imponía admiración con su aspecto. Los que le contemplaban por primera vez sonreían satisfechos. «Así se habían imaginado al grande hombre; no podía ser de otro modo.» Y parecían venerar con sus ojos las luengas barbas blancas, las dos crenchas de su cabellera, onduladas y brillantes como las vertientes de una montaña cubierta de nieve.

Aquí se ejercitaban los hombres en el juego de bolos, combatiendo seis mozos de la Pola con otros tantos de Entralgo. Los demás, interesados en la partida, miraban sentados en los maderos que por allí había diseminados. Entre ellos estaba una cuadrilla de mineros que de luengas tierras había traído la empresa que comenzaba á beneficiar los ricos veneros de Laviana.

Muchos olivos erguidos, de perfiles más suaves, parecían tener rostro y formas femeniles. Eran vírgenes bizantinas, con tiara de leves hojas y luengas vestiduras de leña.

Entre ellos eran tenidos como peores los de un grupo procedente de Blefuscú, fácilmente reconocibles por sus luengas cabelleras y sus bigotes, que pendían con no menos abundancia por ambos lados de sus bocas. Oyendo á estos hombres era como los amigos de Ra-Ra habían sospechado que se tramaba algo contra el coloso.

Mas, como vuestra merced le deshonró tan sin propósito y le dijo tantas villanías, encendiósele la cólera, y, como no la pudo vengar en vuestra merced, cuando se vio solo descargó sobre el nublado, de modo que me parece que no seré más hombre en toda mi vida. -El daño estuvo -dijo don Quijote- en irme yo de allí; que no me había de ir hasta dejarte pagado, porque bien debía yo de saber, por luengas experiencias, que no hay villano que guarde palabra que tiene, si él vee que no le está bien guardalla.

Y señalaba a algunos emigrantes que contemplaban el Océano con aire pensativo, como figuras sacerdotales de hierática majestad, envueltos en luengas vestiduras, mientras sus dedos ganchudos se paseaban por las barbas, se hundían bajo el gorro de piel o avanzaban entre los pliegues y repliegues del pecho.

Palabra del Dia

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