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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Desde el 63 todo estaba cerrado allí; sólo se abría los días de limpieza. La casa tenía por habitantes el silencio, que se aposentaba en las alcobas, entre luengas colgaduras hechas a imagen del sueño, y la obscuridad se agasajaba en las anchas estancias. Por algunas rendijas la luz metía sus dedos de rosa, arañando las tapicerías.

No señó, no entra contestó el Morenito . A don Juan, en sacale de sus librotes no sirve pa mardita la cosa... Mu güena persona, mu cabayero, pero no va a ganá en su vida dos pesetas. Era alto y enjuto de carnes, con luengas barbas que a pesar de su juventud le daban un aspecto venerable.

13 Respondió uno de los ancianos, y me preguntó: ¿Estos que están vestidos de luengas ropas blancas, quiénes son, y de dónde han venido? 14 Y yo le dije: Señor, lo sabes. Y él me dijo: Estos son los que han venido de grande tribulación, y han lavado sus luengas ropas, y las han blanqueado en la sangre del Cordero.

Clavó los ojos en la puerta, y, cuando esperaba ver entrar por ella a la rendida y lastimada Altisidora, vio entrar a una reverendísima dueña con unas tocas blancas repulgadas y luengas, tanto, que la cubrían y enmantaban desde los pies a la cabeza.

Gloria de la virtud, pena del vicio Son sus acciones, dando al mundo en ellas De su alto ingenio, y su bondad indicio. En esto estaba, quando por las bellas Ventanas de jazmines y de rosas, Que amor estaba á lo que entiendo en ellas; Divisé seis personas religiosas Al parecer de honroso y grave aspeto, De luengas togas, limpias y pomposas.

Cabalgaba éste á corta distancia, revestido de armadura completa á excepción del casco con luengas plumas blancas, que sostenía sobre el arzón uno de los escuderos de su escolta. Cubría sus blancos cabellos un birrete de terciopelo color de púrpura y un paje le llevaba la poderosa lanza.

Hasta le pareció ver á Salomé, que se cernía en lo más alto, agitando rápidamente sus luengas vestiduras á manera de alas, y mostrando hacia abajo las encorvadas y angulosas falanjes de sus dedos, terminados con uñas de lechuza. La lluvia empezó á disminuir.

Su piel era una costra, sus lomos no tenían vestigios de pelo, sus patas delanteras estaban cubiertas de luengas lanas, que les daban el mismo aspecto que si llevasen pantalones. Pasaban y pasaban jinetes y carros, como una horda prehistórica que huyese llevando a la espalda el hambre, y delante, como guía, el anhelo de vivir.

Palabra del Dia

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