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Actualizado: 7 de junio de 2025
«Pues sí, tía... es verdad que debiera yo... contarle a usted... No lo hice porque me parecía impropio. ¡Qué barbaridad! Traer a esta casa cuentos de... Soy una miserable; yo no debo estar aquí... Hasta llorar aquí por lo que lloro es una canallada. Pero no lo puedo remediar. El alma se me deshace. Yo tengo que decirle a alguien que me muero de pena, que no puedo vivir.
Cierta parte de la gloria del muerto se reflejó sobre este compatriota humilde que había presenciado sus hazañas. Una tarde, la princesa, que conversaba en su salón-museo con unos nobles parientes llegados de Rusia, lloró tanto al recordar á su esposo, que quiso ausentarse un momento. Coronel, el brazo.
¡Soltáme! ¡dejáme! gritó sacudiendo la pierna. Pero fué atraída. ¡Mamá! ¡Ay, mamá! ¡Mamá, papá! lloró imperiosamente. Trató aún de sujetarse del borde, pero sintióse arrancada y cayó. Mamá, ¡ay! Ma... No pudo gritar más.
Amorosas porfías tal vez alcanzan imposibles cosas; y ansí, aunque con las mías sigo de amor las más dificultosas, no por eso recelo de no alcanzar desde la tierra el cielo. Aquí dio fin la voz, y principio a nuevos sollozos Clara. Todo lo cual encendía el deseo de Dorotea, que deseaba saber la causa de tan suave canto y de tan triste lloro.
Lloró, rogó, ofreció, aduló, porfió, y fingió Lotario con tantos sentimientos, con muestras de tantas veras, que dio al través con el recato de Camila y vino a triunfar de lo que menos se pensaba y más deseaba. »Rindióse Camila, Camila se rindió; pero, ¿qué mucho, si la amistad de Lotario no quedó en pie?
Y cansado por tantos esfuerzos y sorpresas, don Fermín dejó caer la cabeza sobre el sobado reps azul del testero y en aquel rincón obscuro del coche, ocultando el rostro en las manos que ardían, lloró como un niño, sin vergüenza de aquellas lágrimas de que él solo sabría. No estaba don Víctor en casa. El Magistral estuvo en el caserón de los Ozores desde las siete hasta más de las ocho y media.
Temblaron las entrañas del monstruo, sacudidas. La noche se tiñó del sol de sus heridas. Y al despertar del sueño de siglos el titán, Buscó a las dulces vírgenes al pié de su albo lecho, Buscó a las flores hechas de todos sus vapores Para clavar ¡qué loco! sus garras en el pecho De vírgenes y flores. Cayeron. Y por ellas Lloró el coloso luego sus lágrimas de estrellas.
Temiendo que le faltasen las fuerzas y el valor para despedirse de Chemed, Mutileder preparó su viaje con el mayor sigilo, aprovechando la salida de una caravana; y, montado en un ligero dromedario, salió para Jerusalén, cuando Chemed menos lo sospechaba. Chemed lo supo y lo lloró al leer una carta que él escribió antes de partir y que entregó a Chemed una persona de toda confianza.
Podía marchar tranquilo, que en buenas manos dejaba el encargo. El era la diplomacia. Al llegar a su casa habló Maltrana de este encuentro. Feli lloró un poco, pero su dolor fue más breve de lo que esperaba Isidro.
Sosegado el tumulto, y retirada la gente á sus vanderas, el Infante, y Rocafort vinieron juntos á la plaza del lugar, donde tenian el cuerpo de Berenguer tendido. Apeóse el Infante de su caballo, y abrazado con el cuerpo difunto, dice Montaner, que lloró amargamente, y que le abrazó y besó mas de diez veces, y que fué tan universal el sentimiento, que hasta sus mismos enemigos le lloraron.
Palabra del Dia
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