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Actualizado: 6 de mayo de 2025
A ver si llegas a general le dijo . ¡Está una tan cansada de ver generalas que empezaron siendo criadas!... El miedo a la mujer, una buena suerte incansable y el afán de que su nombre apareciese en letras de imprenta y fuese cantado en verso con acompañamiento de guitarra, le empujaron en su ascensión gloriosa.
Te llegas, y dices que toda la hornada la traiga a la casona, que es para repartir entre los pobres... A luego, subiráse vino de la bodega y mataránse doce palomas en el palomar. Benita la Costurera se limpia los ojos enfermos con un trapo de hilo que trasciende a estoraque, y sale de la cocina. La hueste mendicante tiene un murmullo de gracias, en unas bocas triste, y en otras bocas jocundo.
¡Al fin llegas! refunfuñó el señor Aubry con voz débil, ¡qué tarde vienes! Sabías que yo debía estar atormentado hoy, esperando tus noticias. Piensa en lo horrible que es mi situación: ¡verme amenazado, y estar aquí, paralizado, incapaz de moverme, y aún de pensar! añadió llevando las manos a su cabeza, en un ademán de sufrimiento. Créame, señor, si usted tuviese más calma, estaría ya en pie.
Reflexionó el Señor un instante antes de decidir lo que haría de él, y dijo finalmente: Tú dirigirás los negocios del mundo, siendo al mismo tiempo mercader y banquero. Prestarás oro á los reyes, lo que te permitirá tratarlos como si fuesen tus iguales; y si llegas á arruinar á toda una nación en provecho tuyo, el mundo admirará tu habilidad.
Si en el momento en que él piensa atacarte atacas tú con decisión, es casi seguro que llegas. Si vacilas eres perdido. Al pronunciar las últimas palabras, dejó de contemplar el escaparate y siguió su marcha majestuosa por la acera. Ramón hizo lo mismo. No había entendido bien la aplicación que podía tener este símil arrancado a la esgrima en su caso; pero se abstuvo de pedir explicaciones.
LEONOR. ¡El es; y desea morir cuando su vida es mi vida! ¡Si así me viera afligida por él al cielo pedir!... MANRIQUE, dentro. No llores si a saber llegas que me matan por traidor, que el amarte es mi delito, y en el amor no hay baldón. ¡Ay! Adiós, Leonor, Leonor. LEONOR. ¡Que no llore yo, cruel! No sabe cuánto le quiero. ¡Que no llore, cuando muero en mi juventud por él!
Pero me dirás: ¿Cuándo llegas á Santander, á la capital de la provincia, al término de tu anunciado viaje?
Antes que se lo oigas a tu padre, quiero ser yo quien te lo diga. ¿Qué porvenir puedo ofrecerte? No, yo no te dejaré nunca; y si llegas a ser algún día más juiciosa o más interesada, no te echaré maldiciones de comedia, sino que me separaré de tí resignado, queriéndote como te quiero ahora y guardando en lo mejor de la memoria el recuerdo del amor que me hayas tenido.
Después de un día de penas, apuros, celos y disputas, llega la noche, y para consolarte... das un baile. ¡Qué gracioso! Satisfaces tu orgullo y tus apetitos determinando en ti una gran excitación cerebral, de la cual irradian sensaciones y goces. Sabes vestir con tal arte la mentira, que tú misma llegas a tenerla por verdad. Te engañas con tus propias farsas, desgraciada.
Es decir, que amaba más su comodidad que a mí. Esa es la sociedad. ¿Y no has pensado nunca en casarte? Muchas veces; pero a fuerza de conocer maridos, también me he desengañado. Observo que no llegas a hablar a las mujeres. ¿Hablar a las mujeres en Madrid?
Palabra del Dia
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