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Actualizado: 6 de mayo de 2025


Eso , y bien claro se lo solfeó á su hijo: «Si llegas á gastar los cuartos que me valieron las tierras sin cantar misa, Dios te la depare buena, porque, lo que es yo, te abro en canalContribuyó mucho á que el chico entrara en el Seminario, el consejo del mayorazgo de la Casona.

¡Polaina, señá Frasquita!... Si te lo llegas a dar , ¿eh, comadre?... Te desbaratas en treinta y dos partes, lo mismo, lo mismo que un rompecabezas... ¡Saltar así a los sesenta y cinco años!... ¡Polaina!... Pero se acordaba él de otro salto aún más mortal todavía: el que dio cierto barbián amigo suyo, desde el almuerzo de un lunes a la comida de un jueves, sin tropezar siquiera en un garbanzo.

mientras de Marte bélicas canciones el pecho llenan de feroz bravura, tornando en lobo al hombre en la espesura y en rayo el galopar de los bridones, sobre el lomo rizado de las olas que hendieron las valientes carabelas venidas de las playas españolas, llegas, del Arte envuelto entre las galas, tendiendo al aire tus gallardas velas, como un cisne cantor de blancas alas. Octubre, 1915.

Cuando tras tanto penar llegas, cubierto de gloria, á gozar de la victoria al amor de nuestro hogar, dime: ¿Qué negro pesar turba, hermano, tu alegría? ¿Qué negra melancolía te entristece á nuestro lado? ¡Ay, Julián! ¡Que me ha olvidado la mujer que yo quería!

Acaso habías perdido la costumbre de oirle en los veinte años que hace que no nos vemos, pero nunca es tarde para ceder á los buenos consejos. Ya ves con qué confianza he venido á buscarte ...; os que, en realidad, no se trata ya de ti ni de , sino de esos muchachos, que merecen ser dichosos ... Nos pasaremos sin ti para su dicha como nos hemos pasado para su matrimonio; llegas tarde.

Alza mas alta la rodilla, Mario, Y encoje el cuerpo, y cubre la cabeza: Animo, que ya llegas á lo alto. Qué ves? O santos dioses! y qué es esto? De qué te admiras? De mirar de sangre Un roxo lago, y de ver mil cuerpos Tendidos por las calles de Numancia. Qué no hay ninguno vivo? Ni por pienso; A lo menos ninguno se me ofrece En todo quanto alcanzo con la vista.

Pero no me daba menos ánimos y esfuerzo mi paje Diego, neófito, que de sólo mirarle me sacaba las lágrimas de los ojos y del corazón mil afectos de agradecimiento á las llegas del Redentor, que había infundido en su pecho, poco antes bárbaro, tanto amor para con su Majestad y su Santa ley, porque levantadas al cielo las manos, con un rostro de ángel, estaba ofreciendo á Dios su vida para perderla en su servicio y sus sudores para plantar la santa fe entre los infieles

No podía ser otra cosa sino médico este hombre que se presentaba de visita calzando espuelas y botas de montar y llevando en la mano unos guantes viejos. Don Manuel se había enderezado en el sillón de nogal y la niña enlazaba su bracito al del mozo recién llegado. No sabes lo oportunamente que llegas, hijo exclamó el enfermo. Qué, ¿se siente usted peor, acaso?

Otra ancla cayó al mar con el mismo ruido. ¿Cómo le va a usted, tío? dijo una voz dulce y varonil desde a bordo. Hola, Gonzalito. ¿Llegas bueno, hijo mío? Perfectamente; voy allá ahora mismo. Y se bajó con gran agilidad por un cable al bote. Vamos a esperarle dijo don Rosendo poniéndose a andar. Pero la mano del señor de las Cuevas le sujetó como unas tenazas por el brazo.

Su rico compatriota el vasco, orgulloso de sus prados infinitos y de sus ovejas enormes como mastines, se complacía en decir á algún vagabundo que pasaba junto á su propiedad: Si llegas á cargarte esa oveja, te la regalo. Pero el hombre, después de grandes esfuerzos, no lograba echarse á la espalda el pesado animal. Cuando recibía á algún huésped, lo obsequiaba con un pavo puesto en el asador.

Palabra del Dia

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