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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Le bastaba colocar la mirada en uno de ellos para considerarlo suyo, sin molestarse en consultar su aprobación. Era el centro de la vida en aquel pedazo de mundo que flotaba sobre el Océano, y todo el sexo masculino debía girar en torno de su persona. Aquel a quien ella hiciese un gesto, un leve llamamiento, tenía que venir forzosamente a arrodillarse a sus pies.
Únicamente por un esfuerzo de voluntad y altivez pudo el marqués seguir hasta el fin la narrada conversación que fue para él interminable suplicio, y tanto, que más de una vez tuvo que hacer un llamamiento a su razón para no acusar a Fabrice de verdugo, despiadado e irónico... En vano le había afirmado el artista con palmaria sinceridad que Beatriz ignoraba su pasión; ¿qué sabía el pintor?
Cuanto venía de fuera significaba llamamiento a la renovación y la vida; mientras allí dentro la inacción y el silencio parecían ir allanando su camino a la muerte. Marcelo seguía rezando.
Enrique se había alejado, y distraíase viendo jugar al billar; varios jóvenes llamaron al gentil ayudante de campo, y, de grado o por fuerza, no tuvo más remedio que acudir al llamamiento. Sentose lejos de Cecilia, y en las prendas que él sentenció evitaba toda ocasión de aproximarse a ella.
La naturaleza había respondido al llamamiento con una sacudida formidable de sus fuerzas interiores, levantando sobre la alfombra de césped un inmenso templo de cúpulas movibles, una catedral de verdura cuyos fustes de todos colores y tamaños se alineaban en serie indefinida hasta perderse de vista.
El alma de Elena, conmovida, llena de melancolía por la influencia de aquellos sitios, donde se había deslizado su infancia, donde había gozado después unos años de felicidad inefable, no podía responder al llamamiento brutal de la pasión. La ironía, la malignidad, el ingenio de su amante, que al principio la habían cautivado, ahora le causaban aversión y hasta desprecio.
Ese gachó se lleva toas las parmas esta noche. Era el capitán Chivo, un gitano cantaor que había llegado por la mañana del mismísimo París, fiel a la disciplina militar, para ponerse al frente de sus soldados. Faltar a este llamamiento del deber era renunciar al título de capitán que ostentaba el Chivo en todos los carteles de los music-halls de París donde cantaba y bailaba con sus hijas.
En resumen, el señor de Bevallan, que no teme instituirse profesor cínico de estos calaveras sin barba, no me ha gustado, ni pienso haberle agradado tampoco. Protesté un poco de fatiga y me retiré. A mi llamamiento, el viejo Alain tomó una linterna y me guió á través del parque hacia la habitación que me estaba destinada.
Partió de Mecina Berenguer solicitado de este segundo llamamiento, y llegó á Grecia con algunas galeras, y cinco bajeles armados, y en ellos mil Almugavares, y trescientos hombres de á caballo, toda gente muy lucida.
Ferpierre se sentía, por lo tanto, animado de una secreta desconfianza contra los personajes del drama de Ouchy, que le fue narrado por el juez de paz en la villa Cyclamens, adonde había acudido al primer llamamiento. La muerta le inspiraba mucha lástima, cierto, pero si resultaba cierto que ella misma había querido abandonar la vida, tan merecedora sería del reproche como de la compasión.
Palabra del Dia
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