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Porque.... la circunferencia.... porque.... En fin cansado de esperar, y de explicar, llamais á otro; que os da la definicion, que os explica los términos, pero que ahora se os deja la palabra curva, ahora la igualmente, que si le obligais á una atencion mas perfecta, se hace cargo de lo que le decís, lo repite muy bien, pero que á poco tiene otro olvido, ó equivocacion, dando á entender que no se ha formado todavía idea cabal, que no se da cumplida razon á mismo del conjunto de condiciones necesarias para formar una circunferencia.

¿Que sabéis...? ¿Os ha dicho ese joven...? No, por cierto; es callado y firme como una piedra; pero yo he adivinado... es más, tengo pruebas... es un secreto terrible... y si para ello me llamáis... entendámonos completamente. Explicáos con claridad dijo doña Clara con la mayor reserva. Su majestad tiene disculpa... ¿Nos puede escuchar alguien?

Y por consiguiente llamáis héroes y grandes hombres á los que más destruyen y matan. ¡Per Bacco! para hombres notables, de verdadero mérito, dignos de toda gloria, los artistas que tenemos en Italia, los que edifican en lugar de destruir, los que han creado las bellezas artísticas de mi noble Pisa, los que ennoblecen á toda la nación, los Andrés Orcagna, Tadeo Gaddi, Giottino, Stefano, Simón Memmi, maestros cuyos colores sería yo indigno de mezclar.

¡Cómo! ¿pues no decía Cristóbal que los polvos con que estaba aderezada la perdiz eran un hechizo? ¡Bah! Cristóbal y vuestra mujer creen eso, pero yo no lo creí nunca. ¡Ah, Judas traidor! ¿conque sabías que era veneno? Como vos sabéis que os llamáis Francisco; me lo había dicho don Juan de Guzmán, y... me había ofrecido tanto dinero... ¡Oh! ¡infame!

Pues sin ventura le llamáis, contestó con la voz triste Margarita, mirando con sus ojos serenos a doña Guiomar, noticias debéis tener seguras de sus desdichas.

No, no es la hermosa zagala de Canzana por quien te interesas la que ha muerto repuso D. César con sonrisa benévola. Es la gloriosa Demetria, la diosa de la agricultura, la diosa que alimenta, como la llama Homero... ésa que vosotros los latinistas llamáis Ceres añadió con cierta inflexión desdeñosa. Demetria ha muerto y se prepara el advenimiento de un nuevo reinado, el reinado de Plutón.

¿Os llamáis don Juan? . Seguidme, os esperan. Guiad. El bufón tiró adelante; no quería hablar ni una sola palabra más con aquel hombre que hacía tan infeliz á Dorotea, con aquel hombre á quien aborrecía, porque no amaba á la comedianta. Y así, el tío Manolillo delante y don Juan detrás, llegaron en muy poco espacio á la calle de Don Pedro.

Estoy pensando una cosa, Juan. ¿No os llamáis Juan? ; , señora, Juan me llamo; ¿en qué pensábais? En que me expongo llevándoos al teatro. ¡Que os exponéis! por cierto; allí veréis á mis compañeras. ¡Bah! dijo con desprecio el joven. No seáis fanfarrón; no despreciéis al enemigo antes de conocerle. Me habéis puesto fuera de combate; me habéis hechizado.

Veníos al punto, pero traeros con vos á ese vuestro amigo Juan Montiño, de cuyos adelantos me encargo.» ¿Eso os ha escrito el duque y os llamáis agradecido de ? Sea como quiera, vengo, os encuentro cuando menos lo esperaba y metido en una aventura, y por fin y postre, me metísteis también en ella. Pues adelante: no siento otra cosa sino lo que tarda el difunto.

¡Ah, os negáis! No quiero ayudar á que os sacrifiquen. ¡Don Juan!... ¿Por qué me llamáis don Juan? Por... ¡por qué yo! ¿pero esto qué importa? Mucho... acaso el ser yo sobrino del cocinero del rey... Eso no importa nada... ¿Y si fuera peor? ¿si yo fuera un bastardo?... ¡Cómo! ¿sabéis?... ¿Y qué he de saber? ¿que soy hijo del duque?... Del gran duque de Osuna, y...