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Actualizado: 14 de mayo de 2025


Se pone en una cazuela gelatina de carne o pescado, casi fría, aceite, vinagre, zumo de limón, sal, pimienta y un poco de mostaza; se coloca la cazuela encima de hielo machacado; se mueve con unas varillas hasta que empiece a trabarse; se retira del hielo y se trabaja bien hasta quedar lisa y consistente.

¿Conocéis á... la reina? Ya dije á vuestra majestad... Dejáos de importunas majestades exclamó la dama con un acento en que había angustia, mirando de nuevo á la puerta cubierta por el tapiz ; tratadme lisa y llanamente como á una dama honrada, y concluid. ¿Ha visto alguien esta joya? ¡Señora! exclamó con el acento de un hombre profundamente ofendido Montiño.

¡Bien por los guardias! ¡Duro en ellos! ¡Rajarme esa canalla! ¡A ver si escarmienta de una vez esa pillería! Tales eran los gritos belicosos que salían de su garganta. Sin embargo, cuando menos podía esperarse, dado que los enemigos huían en completo desorden, vino a estrellarse contra el botón de su nariz un cuerpo duro de superficie lisa y compacta que resultó ser un trozo de cal hidráulica.

Conque dejémonos de frivolidades, y refiramos lisa y llanamente nuestra expedición de aquella mañana. Nos dirigíamos á ver una de las primeras maravillas arquitectónicas de Salamanca, ó sea el famoso Colegio del Arzobispo, hoy todavía habitado por estudiantes irlandeses.

Sin contestarme, colocó sobre la mesa una pequeña y lisa cigarrera de plata, que en un ángulo de la tapa tenía las iniciales B. B., monograma que se veía grabado en toda la vajilla de Blair, en sus carruajes, arneses y demás objetos propios. Vea lo que hay dentro de ella exclamó, señalándome la caja que tenía por delante, y sonriendo dulcemente con profunda satisfacción.

Yo quería casarme lisa y llanamente... pero me han mandado ataviarme... me ha sido preciso obedecer: todo se ha reducido á aceptar este traje de su majestad, á abrir el cofre donde conservo las joyas de mi madre y á ponerme en manos de mis doncellas; ya veis que todo esto indica que el casamiento corre prisa: el padre Aliaga alegó no qué del concilio de Trento, pero la reina dijo que eso se arreglaría después... de modo, señor, que sus majestades, el inquisidor general y yo, os estamos esperando desde hace tres horas.

No está muy lejos de aquí un sitio donde hay casi dos docenas de altas hayas, y no hay ninguna que en su lisa corteza no tenga grabado y escrito el nombre de Marcela; y encima de alguna, una corona grabada en el mesmo árbol, como si más claramente dijera su amante que Marcela la lleva y la merece de toda la hermosura humana.

En uno de los testeros estaba el gran piano de Erard donde tocaba mañana y tarde el jovencito que había venido con la señora; en otro el espejo de la gran chimenea reproducía con misteriosa indecisión la cavidad adornada de la estancia. Frente al espejo, la abertura de dos cortinas, pesadamente recogidas, dejaba ver una puerta blanca, lisa, puerta en la cual se echaba de menos un epitafio.

En efecto dijo el barbero confundido , en efecto; tiene usted la barba tan lisa como una manzana; una mujer no la tendría más suave. ¡Una mujer! repitieron Pablo y la señora Isabel.

La popa estaba lisa y en los costados ni una señal del número de filiación y nombre de la matrícula, un ser desconocido que se moría entre aquellas otras barcas orgullosas de sus pomposos nombres, como mueren en el mundo algunos, sin desgarrar el misterio de su vida. Pero el incógnito de la barca sólo era aparente.

Palabra del Dia

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