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Actualizado: 8 de mayo de 2025
De una pequeña alacena sacó una vieja linterna herrumbrosa, y la encendió cuidadosamente, mientras nosotros dos la mirábamos llenos de interés y faltos de aliento. Después echó llave a la puerta y la aseguró con una barra de hierro, cerró los postigos de la ventana, y quedamos en tinieblas. ¿Iríamos a ver acaso alguna ilusión sobrenatural?
¿Qué es esto? dijo el sargento tropezando en un objeto un candelero de plata con una bujía. Y una linterna de hierro. Las acaban de apagar. Cuando entramos había aquí una dama y un caballero. Dejad eso donde lo hemos encontrado y adelante. En palacio y en la inquisición, chitón. Siguieron adelante los soldados, atravesando lentamente la galería.
Hacia allí le dijo Van-Stael, indicándole el sitio donde sospechaba que estaba el boquete. Se vió al pescador caminar por debajo del agua, llevando fuera la mano con que sostenía la linterna. Pocos minutos después salió, y dijo: Capitán, alguien ha hecho traición. ¿Qué quieres decir? Que alguien ha abierto una cala en el barco. ¿Alguien? Sí, Capitán.
El faro de las Ánimas era de última clase; alguna persona de influencia de Elguea había conseguido que le llevaran allí a Urbistondo; pero éste creía que el mundo entero dependía de su linterna. Le parecía también un asunto trascendental y complicadísimo encender la lámpara de petróleo y ponerle la chimenea.
Pero es igual, Juan Claudio; saldremos bien de nuestra empresa, siempre que todo el mundo tome parte en ella. ¡Hexe-Baizel, enciende la linterna, porque voy a enseñar a Hullin las provisiones que tenemos de pólvora y plomo!
Todo el edificio comprende un espacio de ciento trece metros de longitud, ochenta y cinco de latitud, y ochenta y tres de altura. La linterna circular, rodeada de doce columnas, que corona elegantemente todo el edificio, estará a una altura de ciento cuarenta á ciento cincuenta metros. Para ir desde la planta baja á lo alto de la cúpula, hay que subir cuatrocientos setenta y cinco escalones.
En aquel momento, unas pisadas fuertes resonaron en la escalera; abriose la puerta, y Hullin apareció con una linterna en la mano, pálido el rostro, los cabellos desgreñados y temblándole las mejillas. ¡Vamos, de prisa! exclamó ; no tenemos un minuto que perder. ¿Pero qué pasa? preguntó Catalina. El ruido de las descargas se acercaba.
«¡Sigue la broma! se dijo mordiéndose los labios . Pero yo ¿qué hago aquí? ¿Qué me importa todo esto?... Si ella es como todas... mañana lo sabré. ¡Estoy loco! ¡estoy borracho!... ¡Si me viera mi madre!». En la pared de la casa de enfrente la luz que salía por los balcones interrumpía con grandes rectángulos la sombra, y por aquella claridad descarada y chillona pasaban figuras negras, como dibujos de linterna mágica.
Así la mesita de hierro por las patas y la levanté poniéndola ante mí a manera de escudo que me protegía por completo cabeza y pecho. Aunque pesada, no lo era mucho para un hombre de mis fuerzas. Antes había colgado del cinto la linterna y puesto el revólver en un bolsillo, bien al alcance de la mano.
La sangre de doña Ana circuló con fuerza, ardió, la dieron fuertes latidos las sienes y el corazón; se nublaron sus ojos... Era la hora de la cita; resonaron inmediatamente pasos en la calleja; doña Ana escuchó con toda su vida apoyada en el alféizar de la ventana que daba sobre el postigo; luego resonó una llave en aquel postigo; la alegría dió fuerzas á doña Ana; la esperanza valor; se retiró precipitadamente de la ventana; tomó la luz que había en la habitación, y entró en otra que era su dormitorio; de allí pasó á otra que era su cámara; allí encendió una linterna de resorte que tenía preparada, la cerró, la puso sobre una mesa, apagó la bujía y se quedó á obscuras esperando impaciente en medio de la cámara.
Palabra del Dia
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