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Actualizado: 8 de junio de 2025
El pobre diablo acababa de llegar de Terranova y a fin de mes partía para los mares de la China, donde había de permanecer cinco años, y encontraba muy natural abrazar a su mujer, entre dos viajes. La librea de sus criados le hizo guiñar los ojos, y los esplendores de su mobiliario le acabaron de deslumbrar.
Una vez que lo tuvo puesto y que estuvo calzado con sus zapatos, Jacobo apareció diferente de como estaba con la librea de presidiario; su estatura resultó más alta y sus hombros más anchos. Ya no parecía encorvado bajo el peso de su infamia, pero el semblante cetrino del penado podía aún denunciarle.
Carrozas, y mulas, y caballos, habían llenado las cocheras y las caballerizas; y en el zaguán hervían los lacayos con librea, y daba gozo el ver las escaleras alfombradas y con macetas a todo lo largo de ellas.
El lunes y martes continuaron las fiestas, siendo memorable la justa á que concurrió el 1.º de estos dias el Conde de Cortés hijo del Rey de Navarra, con nueve caballeros armados; con sobrevistas y cimeras azules, y soles muy ricamente dorados, llevando todos una misma librea, y haciéndose admirar por su destreza.
La puerta de calle, cubierta por una inmensa cortina grana, daba entrada a una amplia galería tapizada de paño rojo y profusamente alumbrada y decorada por guirnaldas y flores. Dos lacayos de librea guardaban sus puertas de cada lado de la entrada. Se sentía allí un ambiente tibio y agradable.
El pie ligero, las mejillas rojas, los ojos brillantes como en los días de su adolescencia, llegó a la verja del gran jardín que rodeaba el palacio de su padre. El portero se apresuró a abrirle y a sonar la campana. Entró en la mansión ducal y, contra su costumbre, dirigió una leve sonrisa a dos criados de librea, que la esperaban en lo alto de la escalinata.
Estos y otros argumentos por el estilo acabaron por convencer al duque que volvió, no a la virtud, pues el camino era demasiado largo para sus viejas piernas, pero sí al vicio elegante. El señor de Sanglié le llevó a uno de los mejores sastres del bulevar, como se conduce un desertor al vestuario del cuartel, que le obligó a endosarse la librea de las gentes de mundo.
Un lacayo con larga librea verde aceituna, coronas condales en los botones y sombrero de copa con gran cucarda rizada en la mano, se acercó entonces al grupo: Cuando el señorito quiera, está esperando el coche dijo respetuosamente al niño.
Hay un instante crítico en que la belleza femenina toma consistencia, adquiere su carácter, cristaliza por decirlo así. La metamorfosis es más impensada y pronta en el pueblo que en las demás clases sociales. Cuando llega la edad en que invenciblemente desea agradar la mujer, rompe su feo capullo, arroja la librea de la miseria y del trabajo, y se adorna y aliña por instinto.
Estaba en la nave de mi catedral: he notado anoche en el ala del Norte de mi catedral una cosa muy chocante; he modificado la librea del suizo, etc. Y bien, señorita dijo el doctor, en tanto que barajaba las cartas, ¿ha trabajado usted en su catedral desde ayer? ¡Cómo no, doctor! Y he tenido una idea muy feliz.
Palabra del Dia
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