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Actualizado: 8 de junio de 2025


Los llevaré como marca indeleble de mi deshonra, los pasearé hasta la muerte como la librea del presidario... pero los pasearé los domingos por Recoletos». El paseo de Recoletos no es bello ni grande; los árboles que lo guarnecen dejan mucho que desear en cuanto a corpulencia y follaje; la acera que lo atraviesa a lo largo cansa y lastima los pies.

Ella y su esposo le manifestaron a Mabel su más profundo pesar por su reciente desgracia. Después de quitarnos nuestros abrigos, pasamos al pequeño comedor, donde Gibbons y un sirviente, de librea, nos atendieron y sirvieron la cena, con toda esa majestad antigua característica en aquella espléndida mansión que tantos siglos contaba de existencia.

Después se había reído preguntándole si había aprendido aquellos usos en el club de regatas. Esto le había irritado, le tenía propenso a no mostrarse con el Duque todo lo deferente y respetuoso que debía. En cambio, ella hacía días que se preocupaba con los preparativos para recibir al ilustre huésped. Por su consejo y dirección se había aumentado la servidumbre, poniendo librea a los criados.

¿Quién es? Un semi-Dios. Este otro es honrado, caritativo, afectuoso, creador, valiente. ¿Lleva los bigotes untados con resina á izquierda y derecha, como si fuese pregonando la guerra al gran turco? No. ¿Lleva cadena? No. ¿Lleva brillantes? -No. ¿Va en coche? No. ¿Tiene una librea que le idolatre? -No. ¿Quién es? Nada; un pobre diablo.

En los cristales: Trajes de casa y de librea. En un recodo que hace la calle: Al palacio de cristal. Más arriba: Al palacio de cristal. Vestidos para hombres y niños. Más abajo, en un cuadro de hoja de lata ó de metal dorado: Vestidos para hombres y trajes para niños. Este aviso está en francés, inglés y aleman. Sobre otra puerta: Al palacio de cristal. Ropas de casa.

Deja el cielo, ¡oh amistad!, o no permitas que el engaño se vista tu librea, con que destruye a la intención sincera; que si tus apariencias no le quitas, presto ha de verse el mundo en la pelea de la discorde confusión primera.

¿Vendría quizá equivocado el número de la casa y sería aquella buena alhaja la autora de la carta?... Parecióle esto a Currita improbable, y un hecho positivo la sacó de dudas: abrióse de repente la gran mampara de cristales que cerraba en el hotel el fondo del vestíbulo y apareció un coche que vino a detenerse al pie de la escalera; ni el cochero ni el lacayo traían librea, ni veíanse tampoco en el coche armas, iniciales o corona; al ejercitado olfato de Currita olióle todo aquello, desde luego, a principios de aventura.

No era el bueno de don Francisco el más rico americano de la Colonia; algunos millones más tenía don Frutos, pero al Vespucio de las Águilas «ni don Frutos ni San Frutos ni nadie le ponía el pie delante tocante al rumbo» y él era el único vetustense que hacía visitas en coche y tenía lacayos de librea con galones a diario, si bien a estos lacayos jamás conseguía hacerles vestirse con la pulcritud, corrección y severidad que él había observado en los congéneres de la Corte.

Aquí otro, con la librea de los Dávila, soltando la lonja a un azor, le dejaba subir en los aires, para hacerle descender en seguida con presteza, agitando el señuelo en forma de codorniz. Ramiro observó con admiración aquellas aves sanguinarias, aquellos pájaros taciturnos y crueles, pavor de las raleas y únicos dignos de posarse sobre el guante de un rey.

Los vestidos de Frías y su compañero, que tienen a su cargo los lebreles, me parece que se les reduzca ahora a 80 ducados cada uno, y que a los primeros que entraren se les reforme por esta parte, y se les vista por la caballeriza la librea de mezcla.

Palabra del Dia

lanterna

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