Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 28 de junio de 2025


Como sus trabajos administrativos sólo le ocupaban verdaderamente una vez por semana, pasaba el resto de ella leyendo en la casita de madera donde tenía su oficina. Era un lector ávido é incansable, capaz de tragarse una novela cada veinticuatro horas, y á veces dos.

Gustavo carga con media docena de librotes para ir leyendo por el camino; y el maula de mi marido, que sólo piensa en su comodidad, se enfurece si le faltan las zapatillas, el gran gorro de seda, el cojín de viento... A todo tengo que atender, porque no podemos tener un criado para cada uno. Esos tiempos pasaron, ¡ay!, y se me figura que no han de volver.

Y mientras ejecutaban estas menudas labores departían ó narraban cuentos para que se estuviesen quietos los pequeños. El tío Goro de Canzana, cuando no trabajaba, aprovechaba el tiempo para aumentar el caudal ya prodigioso de sus conocimientos leyendo por cuantos papeles impresos llegaban á sus manos.

Comenzó la profesión de fe. El obispo preguntaba, leyendo por un libro, si estaba pronta a dejar la vida del mundo y el comercio de las criaturas para consagrarse exclusivamente al servicio de Dios. María contestaba que había escuchado la voz del Señor y corría presurosa a su llamamiento.

Si volvía a casa más tarde que yo, entraba y se acostaba con tal cautela, que nunca me despertó; si se retiraba más temprano, me aguardaba leyendo para que pudiese acostarme sin temor de hacer ruido. Por las mañanas nunca se despertaba hasta que me oía toser o moverme en la cama.

Y fray Luis siguió leyendo: «Ese mancebo nos ha entregado, por mano de doña Clara Soldevilla, aquellos papeles, aquellos terribles papeles.» ¿Y qué papeles son esos? A más de impaciente, curioso; son... unos papeles. ¿Y no puedo yo saber?... No: oíd, y por Dios no me interrumpáis. Oigo y prometo no interrumpiros. «A más ha herido ó muerto, para apoderarse de esos papeles, á don Rodrigo Calderón

Hemos triunfado en el campo y hemos fracasado en las ciudades. ¿Hay nada más significativo? Porque las ciudades están dejadas de la mano de Dios. En Madrid, la juventud pasa su vida bailando bailes extranjeros, bebiendo bebidas extranjeras y cosa mil veces más nefanda leyendo libros extranjeros.

Quiero gozar la vida antes de que llegue la vejez. Nuestra hija va á tener en una rival. ¿Qué dices á esto, Pepe?... Harás bien: y siguió leyendo, sin saber lo que leía, con el pensamiento lejos, muy lejos. La comida fué triste. El millonario había llegado de su último viaje con un gesto melancólico, que desaparecía de pronto, dando lugar á extrañas nerviosidades.

Bruckero Hist. Philos. tom. 1. p. 903. Gassend. El que quiera saber Lógica, lo conseguirá leyendo todos estos libros de Aristóteles en él mismo, y se admirará de ver dos cosas: la una el ingenio, penetracion, y solidéz de este Filósofo: la otra el que á vista de cosas tan claras, ciertas, y fixas, como en estos libros se manifiestan, haya quien se atreva á despreciarlos, ó para introducir en su lugar cosas vanas, ó para mantener un riguroso scepticismo.

El diplomático decía a la princesa * que le había proporcionado el volumen: He pasado la mayor parte de la noche leyendo. Mi insomnio es una sentencia.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando