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Actualizado: 28 de junio de 2025
Se sentaban con aire de señores, rodeando al maestro, mientras por la galería opuesta paseaba el Vara de plata como un fantasma negro, leyendo su libro de horas y lanzando de vez en cuando una mirada triste sobre el grupo. ¡Hasta su antiguo vasallo el cura de las monjas se atrevía a abandonarle para escuchar a Gabriel!
Y con esto Florela se fue a buscar al rodrigón García para disfrazarse, y acompañada de él ir a lo que el curioso lector verá más adelante, si continuare leyendo. En que se suspende la historia para decir algo de Miguel de Cervantes.
¡Oh! ¡Y a mí que me parecían divinas! exclamó Carmen. ¿Estaría yo enamorada, también? Cállate, Camucha, no tenemos tiempo de conversar ahora. Hagamos los comentarios después. Continuaron leyendo: "Sí, acaso debo más bien agradecerle a Zoraida lo que hizo entonces. Acaso... No puedo saberlo todavía. El porvenir vuelve a espantarme".
Pues aquí tienes la carta, ¡oh venerable y profundo sabio! dijo la Princesa, poniendo en manos del ermitaño el misterioso escrito. Al punto voy a descifrártela, contestó el ermitaño, y se caló los espejuelos, y se acercó a la lámpara para leer. Has de dos horas estuvo leyendo en alta voz en la lengua en que la carta estaba escrita.
Aquella misma noche, en un momento en que don Quintín salió del cuarto de Cristeta para que ésta se mudase de traje, y mientras estaba sentado leyendo el periódico bajo el mechero de gas que había en el corredor, se le acercó la corista a quien por la tarde habló don Juan.
Apartóse el consejero; siguió adelante el paseo; pero fue tanta la priesa que los muchachos y toda la gente tenía leyendo el rétulo, que se le hubo de quitar don Antonio, como que le quitaba otra cosa.
Ya leyendo, ya de tertulia ó de paseo con el P. Jacinto, ya de expediciones campestres y venatorias con el mismo padre y con el iluminado y ameno tío Gorico, el tiempo se deslizaba del modo más grato.
Será todo lo romántico que quieras, y es opuesto a mi modo de pensar hablar en tono amargo de ciertas cosas; pero yo, que de todas las preocupaciones me río, he venido a estrellarme contra una de las más poderosas. La distancia que nos separa no sería mayor si tú fueses reina y yo lacayo, como los personajes de aquel drama francés que estabas leyendo la otra tarde.
Cuando tomo un libro, obligándome a mí misma a leer, ocurre que al poco rato ni sé lo que estoy leyendo. Comencé una novela que, según dice Zoraida, es interesantísima. No he podido pasar del segundo capítulo. Han dejado de interesarme, ahora, los dramas puramente imaginados y la hermosura del estilo me entristece, no sé porqué.
Delante de la casa se extendía un pequeño prado, alegre y brillante con sus canteras de tulipanes y fragantes narcisos. Una criada de burdo lenguaje me abrió la puerta e hízome pasar a una pieza baja, pequeña y anticuada, donde sorprendí a mi amada sentada en una gran silla de brazos, en actitud triste, leyendo.
Palabra del Dia
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