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Actualizado: 15 de julio de 2025
Una vigilaba el braserillo en el que hervía el agua, otra ofrecía el mate de plata cincelada con boquilla de oro, otra guardaba sobre sus rodillas la guitarra señoril de ricas incrustaciones. Trotaban jinetes calle arriba, calle abajo, con la vaga esperanza de ver los ojos de brasa de la peruana al alzarse levemente la cortina de alguna reja.
Luego, su boca fría, violácea y duramente crispada hacia adentro, como si mordiese ya la acre ceniza de todas las glorias del mundo, dejó escapar, moviendo levemente los labios, una voz apenas perceptible: Si fueseis tan leal vasallo como el Conde asegura dijo bien pudisteis prevenirnos de la aleve traición que se tramaba a vuestra vista.
Este, de pie, con su barba plateada y levemente ondulosa como la de los ermitaños de tragedia, con su calva central guarnecida de abundantes mechones canos, con su alta estatura, un tanto encorvada ya, se le figuraba la ancianidad clásica, adornada de sus atributos, coronando la cima de los tiempos. Y el patriarca, a su vez, creía ver en aquella buena moza el viviente símbolo del pueblo joven.
Los relucientes aceros chocaron con furia. Roger cuidó de adelantar continuamente, impidiendo al enemigo el libre manejo de su larga tizona; alcanzóle ésta levemente en un hombro y casi al mismo tiempo hirió él también á Tránter en un muslo, pero al elevar su espada para dirigirle otro golpe al pecho, la sintió firmemente trabada en el corte hecho con ese objeto en la hoja del contrario.
El mismo instinto que le hacía recatarse fue quien hizo avanzar su mano levantando levemente un lado de la misteriosa colgadura. Miró, y sin embargo no sufrió la impresión de momentos antes. Todo era verdad. Ahora comprendía las palabras de don Eugenio, su sonrisa triste, la mirada de conmiseración con que había acompañado su rápida salida de la tienda.
¡Cuánto muerto! suspiró en el interior del automóvil la voz de don Marcelo. Y René, que iba enfrente de él, movió la cabeza con triste sentimiento. Doña Luisa miraba la fúnebre llanura, mientras sus labios se estremecían levemente con un rezo continuo. Chichí volvía á un lado y á otro sus ojos, agrandados por el asombro.
Luego sonrió levemente, moviendo los hombros lo mismo que si hubiese escuchado algo absurdo... ¿Acaso los alemanes tenían submarinos en el Mediterráneo? ¿Podía una de estas máquinas navegantes, pequeñas y frágiles, hacer la larga travesía desde el mar del Norte al estrecho de Gibraltar?
Lo leía en los ojos de ella, que á su vez pareció adivinar lo que pensaba el príncipe, ruborizándose levemente. ¡El mal que me has hecho! repitió . Debo alejarlo de mí, y no puedo separarme de él. Sería un crimen que lo dejase abandonado á su destino.
El otoño, dorando por entero muchas de sus hojas, haciendo palidecer levemente á otras y dejando verdes las menos, la había convertido en un rico manto de brocado que cubría los formidables hombros de la montaña. El rumor que de ella venía no era, como en la primavera, dulce, sino desapacible. Los olores, acres y punzantes.
Su cortesía se satisfizo con incorporarse levemente y enviar al advenedizo, a guisa de saludo, una mueca que quería parecer sonrisa. Mario se sintió cohibido. Aquel cura no le era simpático. Godofredo, repuesto de la sorpresa, se mostró amabilísimo con su amigo, le colmó de atenciones, hablando sin cesar.
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