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Actualizado: 10 de junio de 2025
Evocando recuerdos se le vinieron a la imaginación muchas cosas. Ninguna mujer poseyó que fuese tan cariñosa. ¡Qué modo de echarle al cuello los brazos! ¡Pues y aquella lánguida monería con que se le ceñía al cuerpo, posando la gentil cabeza sobre su hombro! Sin saber cómo, se le caían las horquillas, y el pelo suelto, rizoso y perfumado le rozaba la frente.
Notó que estorbaba allí el amo de la casa, pero nada más. Ana afectuosa, lánguida todavía, había estrechado la mano a su confesor, que sin darse cuenta, prolongó cuanto pudo el contacto. Don Víctor los dejó solos a eso de las seis. Le esperaban en el Gobierno civil para una junta de ganaderos. Se trataba de traer sementales del extranjero.
La conversación, que era en extremo animada cuando Silas llegó al Arco Iris, había sido como de costumbre lánguida e intermitente al empezar a formarse la reunión. Los clientes habituales habían comenzado por ponerse a fumar sus pipas en un silencio rayano en la gravedad.
La luz, que tamizaban esmaltadas vidrieras, llegaba lánguida, medido el paso por una inalterable igualdad, y se diluía, como copo de nieve que invade un nido tibio, en la calma de un ambiente celeste. Nunca reinó tan honda paz; ni en oceánica gruta, ni en soledad nemorosa.
Su madre no había debido de ser feliz; se adivinaba en su mirada turbia, en su lánguida sonrisa, y el joven sufría por no haber sido ya grande para sostener sus pasos, apartar las piedras de su camino y secar sus lágrimas a fuerza de caricias.
El orgullo tiene mas malicia, la vanidad mas flaqueza; el orgullo irrita, la vanidad inspira compasion; el orgullo concentra, la vanidad disipa; el orgullo sugiere quizas grandes crímenes, la vanidad ridículas miserias; el orgullo está acompañado de un fuerte sentimiento de superioridad é independencia, la vanidad se aviene con la desconfianza de sí mismo, hasta con la humillacion; el orgullo tiende los resortes del alma, la vanidad los afloja; el orgullo es violento, la vanidad es blanda; el orgullo quiere la gloria, pero con cierta dignidad, con cierto predominio, con altivez, sin degradarse; la vanidad la quiere tambien, pero con lánguida pasion, con abandono, con molicie: podria llamarse la afeminacion del orgullo.
Representaba él a don Fernando, el primer duque de Sandoval, fundador de la grandeza de su casa, en traje de gran maestre de la orden de Calatrava... Y, por súbita y peregrina ocurrencia, Pablo dirigió mentalmente a don Fernando, esta breve, pero sentida alocución: Ya ves. Llevo por ti, ¡oh mi glorioso abuelo! una vida lánguida y aburrida, una verdadera vida de sacrificio.
Corrió por todo su cuerpo un estremecimiento inexplicable de placer, de miedo, de vergüenza; un estremecimiento delicioso que la dejó lánguida y desvanecida con los ojos cerrados y el rostro pálido. Al cabo de un rato se volvió y hundió sus mejillas en la almohada, aspirando con narices y boca el olor que los rubios cabellos del P. Gil habían dejado en ella.
Su embriaguez en los primeros días rayó en locura. Venturita era, por su belleza singular, por la expresión lánguida y voluptuosa de sus ojos, por la tendencia invencible al descanso, una verdadera odalisca. Pero no como éstas solamente un animal hermoso, sino animada por ingenio chispeante, que desbordaba a cada momento en graciosos equívocos y felices ocurrencias.
Lo mismo que sus esposos, hijos y hermanos, el color de aquellas mujeres era pálido, enfermizo, sus facciones menudas, su mirada lánguida, sus manos y sus pies pequeños. Al pasar vieron también algunos hombres atacados de fuerte temblor. ¿Qué es eso? ¿Por qué tiemblan así esos hombres? preguntó asustada Esperancita. Son modorros le respondió un empleado. ¿Y qué son modorros?
Palabra del Dia
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