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Actualizado: 24 de junio de 2025
A Magdalena nada más le decía una parte de la verdad. No le ocultaba nada de mi aversión a la sociedad, disparando tan sólo el motivo personalísimo de ciertos agravios. Cuando se trataba de juzgar al mundo de manera más general, aparte la perenne idea de que debía considerarlo como un ladrón de mi ventura, prodigaba las invectivas con feroz alegría.
Ahí tiene Vd. mi pueblo, señor capitán, me dijo el cura. Me parece muy pintoresco, le contesté, a juzgar por la posición de las luces, y por el aire balsámico que nos llega y que revela que allí hay pequeños jardines. Sí, señor; los hay muy bonitos.
Nada hay más ridículo, que, partiendo de la ilustración y erudición moderna, juzgar con este criterio las frecuentes violaciones de Calderón y otros autores de su época, de la exactitud de la indumentaria, ó de otras conveniencias de igual índole.
Algo me decía que aquella parisiense de la calle de Juan Jacobo, al caer en mi mesa tan repentinamente y tan temprano, iba a hacerme perder toda la mañana. No me había equivocado, como pueden juzgar ustedes mismos. Decía así: * «Amigo mío: Necesito que me hagas un favor.
Ahora bien, como era incapaz de efectuar la doble operación de juzgar fríamente la situación y de encontrar palabras de consuelo para aliviar el pesar de la joven, no supo qué decir, y se contentó con dar a su fisonomía de hombre de mundo bien educado, una expresión de compasión.
El cual, estando la séptima noche de los días de su gobierno en su cama, no harto de pan ni de vino, sino de juzgar y dar pareceres y de hacer estatutos y pragmáticas, cuando el sueño, a despecho y pesar de la hambre, le comenzaba a cerrar los párpados, oyó tan gran ruido de campanas y de voces, que no parecía sino que toda la ínsula se hundía.
Respondí que no obstante que en Barahona había las partes que S. E. decía, y en mí no más obligación de quedar allí de la que tenían los que iban con él, que porque veía que para gobernar la gente que allí quedaba, por respecto de la mucha que se había salvado de las galeras, y ser de diferentes naciones y calidades, era menester persona de mayor cargo que el dicho Barahona, y que para ello yo ofrecía la mía é quería quedar en aquel fuerte, para que en los reinos de Sicilia y Nápoles se pudiesen proveer é reparar del peligro en que estaban, ansí por estar desproveídos de gente, como por lo que podía el armada hacer yendo tan victoriosa é poderosa, é que me parescía que ninguno podría hacer esto mejor que yo, é que así para ello hacía elección de mí propio y suplicaba á S. E. lo tuviese por bien, y también porque el agua y las demás vituallas eran pocas y era menester desde luego mandarlas dar con gran orden, especialmente el agua, que como digo era muy poca, y acabada, se acababa la empresa á los turcos, é que entendía bien cuán á peligro de perderme quedaba, é que para no serlo hallaba uno de tres remedios, y eran: ó que los turcos por abreviar su empresa diesen una gruesa batería y asalto, ó que nuestro Señor nos socorriese con unos turbiones de agua que en verano suele haber en Berbería, ó que V. M. nos mandase socorrer, que, cierto, sola la fama de que se juntaban galeras en Sicilia ó Malta bastara á hacer que los turcos se alargaran de la empresa, ó la abreviaran procurando tomarnos por fuerza y no por asedio, porque por tener la gente en tierra tenían las galeras desarmadas, y la parte donde ellos tenían su armada, eran secanos, y tan lejos de tierra, que con mucha dificultad un esquife de galera podía hacer más de dos viajes en un día; y si tuvieran nueva que se junctaban algunas galeras, les era fuerza, por guardar las suyas, embarcar la gente y tenerla en el armada, por la dificultad que, como digo, había de poderla embarcar brevemente y dejarnos á los del fuerte desembarazados, y para esto bastaban 30 ó 40 galeras, porque no embarcados, les podían tomar y quemar su armada, é queriéndola guardar nos dejaban en la isla libres, y siempre tuve esperanza que se haría, por no ser muy difícil, y que no embargante que entendía que me podían faltar cualquiera destas cosas, ó todas, yo quedaba allí por entretener aquel cuerpo muerto, que por tal se podía juzgar habiendo asedio, y que en esto quería hacer servicio á V. M., no poniéndoseme adelante ni mirando otro particular que éste, y también que no quisiese Dios que yo me salvase viendo quedar perdidos los que me habían sido compañeros en aquella jornada, y algunos dellos en otras muchas, y que S. E. fuese cierto que si los enemigos me quisiesen tomar por asedio, no podía dejar de perderme; pero que le prometía que cuando á estos términos llegase, y el agua me faltase, saldría á perderme dando la batalla, y que hasta esta extremidad yo procuraría entretener el fuerte é los turcos en aquella empresa, como después hice lo uno y lo otro.
Y me preguntaba: «Pero ¿qué había aquí antes de que ellos llegasen? ¿Qué comía la gente?...». La gente era escasa, y para comer solo había maíz, mandioca y carne del huanaco. Esto a juzgar por lo que yo he visto en mi tierra. Dicen que en el Perú y en Méjico había mayores medios, porque era más numerosa la gente.
El ejemplo más notable que conozco en la edad moderna es el del abate Prevost, cuyas facultades creadoras, á juzgar por las numerosas obras que ha escrito y yacen en el polvo, no rebasaban mucho de la medianía. Un episodio interesante, tal vez de su vida ó de la de algún amigo, le ha llevado á la altura de los dioses mayores de la poesía.
Alberto le sacó de esta situación diciéndole: Sucede que no eres tú, sino yo el que se bate con este caballero, y a juzgar por la destreza que ha demostrado al dispararme, se ve que es un enemigo peligroso. Venga la pistola y concluyamos; quiero ver si gozo de tan buena puntería como él.
Palabra del Dia
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