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Actualizado: 18 de julio de 2025
Un niño que llevaba á mi lado, al verse frente á frente con el mar sintió enardecerse su ánimo juvenil é indignóse de aquel desafío. El mar devolvió estocada por estocada. Lucha desigual que movía á risa, entre la mano delicada de la frágil criatura y la espantosa fuerza que tampoco se curaba de la debilidad del contrario.
Y muy pronto sus amoríos campesinos se le aparecieron como una de esas estrellas fugaces que nacen en un cielo de agosto, lo atraviesan y se apagan... Las preocupaciones del oficio y del ascenso apagaron pronto en él hasta el menor recuerdo de aquella aventura juvenil.
¡Viva! balbució Amparo toda enternecida, ahogándose . ¡Viva usted... muchos años! Y el viejo y la niña estaban a dos dedos de romper a llorar, y algunos de los convidados se reían a socapa viendo aquel brazo paternal que rodeaba aquel cuello juvenil. La Unión del Norte ¡Cuidado si hace calor!
Sentíase Artegui tan dueño de la hora, del instante presente, que, desdeñoso y melancólico, contemplaba a Lucía como el viajero a la flor de la cual aparta su pie. Ni vinos, ni licores, ni blando calor de llama, eran ya bastantes para sacar de su apático sueño al pesimista: circulaba lenta en sus venas la sangre, y en las de Lucía giraba pronta, generosa y juvenil.
El maestro afirmaba, que el mismo general lo había nombrado alférez en los últimos meses de la guerra, por ser más instruído que sus desarrapados camaradas. Así entró Marcos Toledo en el palacio de los Lubimoff. El grave marido de la princesa rió con una alegría juvenil al conocer sus andanzas de emigrado en París.
No se me pasaba un instante sin pensar en ella. Era para mí luz, alegría, juvenil regocijo, primera aspiración de amor; ilusión de niño que yo creía perdida para siempre y que de pronto aparecía delante de mí, esperanza malograda que ébria de vida sacudía sus alas de mariposa en el fondo de mi corazón, reanimada por la luz de los ojos azules de la niña.
Sólo entonces, fatigado de toda una noche de monótono trabajo periodístico, me era posible dedicarme á la labor creadora del novelista. Bajo la luz violácea del amanecer ó al resplandor juvenil de un sol recién nacido, fuí escribiendo los diez capítulos de mi novela. Nunca he trabajado con tanto cansancio físico y un entusiasmo tan reconcentrado y tenaz.
La frescura juvenil, la hermosura natural, era cursi; la elegancia exigía careta.
Disipó mucho dinero y mucha fuerza nerviosa: su constitución ya desequilibrada se extenuó. El amor, el primer amor del alma, se lo inspiró la hija del Príncipe Arkof. Por efecto de su anacronismo moral que en aquella naturaleza distinta de las demás, no tenía por qué asombrar, amó con un afecto juvenil, ingenuo y tímido cuando para cualquier otro hombre había pasado ya la época de ese amor.
Llegada a la puerta, mojó los dedos en la pila de agua bendita, y como si no pudiera resolverse a un adiós definitivo, volvió a arrodillarse en la nave para rezar de nuevo. Por fin, dejó aquel sombrío santuario, patria de su alma, y cuando la vi marcharse sola con aquella gran pena en su juvenil corazón, tan pequeña, tan débil, no tenía ya gana de reírme de su traje. ¡Pobre niña!
Palabra del Dia
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