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Actualizado: 19 de junio de 2025
La edición que conozco es de Venecia, 1612, appresso Ant., Torino. Algunos detalles de esta Hadriana recuerdan de un modo tan sorprendente otros de Romeo y Julieta, de Shakespeare, que es posible admitir como verdadero el supuesto de que la tuvo á la vista el poeta inglés.
¿Si será cierto que la india podrá llegar al paroxismo del amor, á la idealidad del querer, á la poética fusión de dos almas, á parodiar á Julieta, á sacrificar su vida, á morir en fin, de amor? Muere también dijo Quico, interrumpiendo mi crescendo. ¡Que muere has dicho! Muere, señor contestó aquel con esa gravedad cómica del indio.
Julieta no había encontrado todavía a Raúl en el castillo. Por otra parte, por muy galante que le supusiera la de Candore, temía mucho más a los encantos reales de la joven inglesa que a la belleza discutible de su reemplazante. Julieta, en efecto, no era lo que se llama bonita, a pesar de su perfil de camafeo, su tez mate y sus grandes ojos negros.
Después el veneno hacía su efecto y Romeo palidecía, sucumbiendo. Julieta le retuvo con fuerza, como si se acusase de aquella muerte que él se daba por su amor. En seguida arrancó de la cintura de Romeo el puñal que de ella pendía y echando á la aguda hoja una mirada de dichoso alivio, pronunció como un grito de libertad esta frase: "¡Ah! ¡Bendito puñal! ¡Eres mi último recurso!"
Sí, una vez, para que me entregues tu confesión y decirnos adiós. Esta noche, si vivo todavía, dijo Lea con pálida sonrisa, canto Romeo y Julieta. Será mi último triunfo, asiste á él, Jacobo. Las coronas que me dediquen serán como homenajes fúnebres. Ya no apareceré más en esa hermosa escena en la que ayer todavía olvidaba mi infamia en medio de las aclamaciones y de los elogios.
La interesante mascarita cerró cuidadosamente la puerta, y ayudada por su amante, sin muchas exigencias de recato por su parte, se disfrazó en un instante; se calzó sus botines blancos, se colocó la máscara de raso, y ambos bajaron resueltamente la escalera principal, abrieron la puerta de calle con la llave que poseía Alejandro y se encontraron muy pronto en la calle, libres como Romeo y Julieta, si Romeo y Julieta hubiesen sido sirvientes y se hubiesen escapado juntos alguna vez.
Se sentó, sin encender luz, y se puso á llorar desesperadamente, lanzando desgarradores sollozos. Aquella noche miss Harvey llegó á su palco, contra toda costumbre, al tiempo de levantarse el telón. Capuleto estaba presentando su hija á los señores reunidos en su palacio. Julieta sonreía, pero una gran tristeza velaba la gracia de su semblante.
Y ¿qué podría suceder al cabo? ¿Que Julieta y Arturo llegaran a mirarse como nacidos la una para el otro? Pues mejor que mejor. ¿No era ella rica? ¿No era él un personaje? ¿No era joven? ¿No tenía talento y elegancia?
De Julieta respondió con igual asombro doña Juana ; de Julieta, que debe de haber huído de casa anoche o esta mañana muy temprano.... Pues ¿de qué otra cosa venías a hablarme tú? Doña Juana no obtuvo respuesta a esta pregunta, porque su marido cayó al suelo como un tronco, sin soltar el telegrama que llevaba en la mano.
¿Cómo se llama? Julieta Raynal; su padre era oficial superior. ¿Raynal?... Espere usted, he conocido un capitán de ese nombre en un viaje a Argelia... y una vez hasta me salvó la vida... ¿En un encuentro con los árabes, tío? No, señor burlón, en un encuentro con un león. ¿Ha cazado usted fieras, señor Neris?
Palabra del Dia
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