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Actualizado: 19 de junio de 2025


Ello fue que aquella hábil reserva tuvo igual éxito con la condesa y con Julieta. La una no había podido sospechar el interés ya muy vivo de su hijo respecto de la otra, y ésta no había sentido ninguna desconfianza respecto de un ausente.

Llega un día en que si quiere dar gusto a su corazón, va a verse privada de todo esto, y a caer en la miseria. comprenderás que se necesita mucha virtud y más amor que el de Romeo y Julieta para echarlo todo a rodar y sacrificarse a vestir de percal otra vez y a vivir en una buhardilla.

¡Vaya usted a votar! le dijo en tono desabrido. ¿Qué voto? le preguntó don Simón, disponiéndose a obedecer. Que le respondió el otro, pasando de largo y rebuscando ansioso callejuelas y rincones, como pastor que junta su rebaño. Continuaban doña Juana y Julieta divirtiéndose cuanto podían en Madrid, pero no satisfaciendo por completo sus aspiraciones.

Se la ve en todas partes, y á pesar de esto, los heridos lamentan su ausencia. «Que venga la señorita Julieta....» Es el médico moral de esta casa. En muchos casos vale más que nosotros. Ella y su pobre hermana han realizado estupendas curaciones.

Al oír el nombre del amigo fiel y adicto, la clara mirada de Julieta se empañó con una sombra de melancolía. ¡Iba a estar un largo mes sin verle! Y una pena vaga e inconsciente le arrancó un involuntario suspiro. Pero no tuvo tiempo para abandonarse a esta impresión. Impaciente por ver y por ser vista, su madre quería dar una vuelta por la playa.

El resultado de su diplomacia fue que la semana siguiente Julieta Raynal daba su primera lección en Candore ante la mirada severa de la condesa, benévola de Neris e indiferente, al menos en apariencia, del joven conde. Julieta iba ya todos los días al castillo, donde todo el mundo le hacía la más simpática acogida. Blanca estaba encantada de su institutriz.

El poético canto de la alondra avisaba a Julieta y Romeo que era llegada la hora de la separación; mas como allí no había pájaros, el aire fresco de la madrugada fue quien impuso la separación a los amantes, recogiéndose ambos a sus cuartos al despuntar el día; y conste que, en obsequio al lector, el autor prescinde de describir la llegada de la aurora.

»Conque reciba usted muchos besos de Julieta y atentos osequios de mi esposo; y con expresiones a las amigas, se despide hasta otra esta su servidora, que de veras la estima, JUANA ALUBIÓN DE LOS PE

Miguel cogió el ramo y lo besó maquinalmente, como tenía por costumbre siempre que la generala le daba algún objeto en recuerdo: luego se despidió. Al salir del challet llevaba el corazón menos oprimido que Romeo al separarse de Julieta en aquella célebre noche que el lector conocerá seguramente; pero su paso era cuando menos tan ligero.

Eran dos hermanas, Berta y Julieta, huérfanas de un diplomático que había hecho desarrollarse su niñez en lejanos países del Extremo Oriente y la América del Sur; dos hermanas libres de toda vigilancia de familia, jóvenes, de escasa renta y numerosas relaciones, que figuraban en todas las fiestas de París. Los tés de la tarde que se convierten en bailes las veían llegar con exacta puntualidad.

Palabra del Dia

rigoleto

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