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Actualizado: 19 de junio de 2025
Me distraje leyendo Ivanhoe y Romeo y Julieta y pensando en lo que podía guardar para mí el porvenir. ¡Qué idea absurda la de Zoraida! La vida es amor, nada más que amor". "Ayer he cumplido quince años". Carmen levantó los ojos pensativa: Yo pronto cumpliré veintiuno y el gran amor no viene... Lee, por favor. En las páginas que seguían, Laura contaba larga y minuciosamente su amor con José Luis.
Viene después la señorita Raquel Caen-Duseigneur, hija del famoso anticuario una Juno ; la señorita Teresa Kiry, elegíaca y pensativa, y, por último, la morralla de las discípulas, Juana Aymar, Julieta Capulet, las hermanas Agata y Sofía Fruche, etc. La sala se llena pronto de piar de pajarillos y de risas aflautadas. La señorita White es la única que trabaja.
Aturdido por esta duda, se dirigió al gabinete en que habían quedado su mujer y su hija; y sin tomar nuevo aliento, les refirió lo que acababa de hacer y lo que, como causa de ello, le había contado el ministro. Doña Juana se quedó hecha una estatua; pero a Julieta le centellearon los ojos.
Por lo pronto, ocurre una cosa muy triste, pero inevitable, que se explicará con un ejemplo. Tengo yo un amigo pintor. Ha pintado lindamente a Fausto y Margarita, y a Julieta y Romeo. Varias veces le he rogado que pinte algo tomado de nuestra literatura dramática.
Pero, aunque con perfecta cortesía, Julieta había respondido de tal modo a sus reiterados ofrecimientos, que la solterona, desengañada, se había eclipsado prudentemente llevándose en su retirada a las concurrentes habituales de la oficina, a quienes la nueva empleada desconcertaba por su clara mirada y por la exquisita política de su: «¿Qué desea usted, señora?»
Ni migas quedaron allí. Por la razón apuntada más atrás, no reproduzco algunos párrafos de los dedicados a la fiesta por El Ariete al día siguiente, en los cuales se decían de Julieta cosas peregrinas a propósito de sus ojos negros, sedosas pestañas, morena tez y túrgido seno; pintándola como la realidad del sueño más oriental, y poniéndola por encima de todas las sultanas habidas y por haber.
Al verla salir, Julieta se desasió de los brazos amorosos, corriendo hacia ella para dar explicaciones. Ya ves.... Sólo viene por veinticuatro horas.... Imposible hoy.... Otro día. Es preciso atender á los vivos. Se vió la vieja en la soledad de la calle helada y negra.
La de Candore no era su madre, y por mucha que fuese su buena voluntad, su naturaleza seca y altanera era incapaz de comprender esas aspiraciones y esos ímpetus del alma. Su solicitud se limitaba al ser físico y descuidaba el ser moral. Y la niña, en su necesidad de ternura, se refugió en seguida en los brazos amigos de Julieta. La condesa se dignaba aprobar esa amistad.
No era necesario recordárselo; demasiado pensaba en ello Julieta. El pensamiento de la criatura se mezclaba involuntariamente al del Creador en sus acciones de gracias. Así fue que el día en que vieron desembarcar al conde entre los pasajeros que venían de Jersey experimentaron más alegría que sorpresa, hasta tal punto le tenían presente en la memoria.
En estas y otras cavilaciones, llegó a casa; tan oportunamente, que se encontró en ella al joven Arturo en íntima conversación con Julieta, mientras doña Juana se hacía la desentendida, removiendo sillas y muñecos que estaban muy en su lugar. Señor don Arturo dijo sin otro ceremonial don Simón, al aparecer en escena , tengo que hablar con usted, a solas unas cuantas palabras.
Palabra del Dia
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