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Actualizado: 29 de junio de 2025


El pueblo entero la reputaba como su joya más preciada, y tiempo hacía que su nombre se pronunciaba en aquellos lugares como el nombre de un genio benéfico. Se llamaba la tía Juana, y tenía siete hijos.

Perdonad, pero fuísteis atrevido é imprudente... Yo creía que érais otra mujer... una dama principal y nada más, y quise que me quedase algo vuestro por donde pudiera encontraros. Cuando vi esa joya, ya no tenía remedio... ya habíais desaparecido... entonces me pesó haberos hecho escuchar...

¡Han dormido tantas noches sobre ! murmuraba contemplándolas amorosamente . Ese ligero tono de ámbar se lo he dado yo con mi calor. Ya no eran una joya: formaban parte de su organismo. Podían palidecer y morir si pasaban varios días olvidadas en el fondo de la caja.

¿Palabras de amor?... dijo riendo la dama, que se tranquilizó porque en la turbación, en las miradas del joven había comprendido su alma. Os ruego otra vez que me perdonéis. ¡Pero, caballero, si no me habéis ofendido! únicamente me habéis dado un susto horrible, porque había quedado en vuestro poder esta joya y yo no os conocía.

En las representaciones de los autos tomaron parte los comediantes Melchor de Villalba, Francisco de Palencia, Pedro Nubio y Vicente Caballero, el cual ganó la joya. A Melchor de León autor y comediante, se libraron 300 ducados para él y su compañero por dos carros de representación que sacó el día del Corpus del mismo año de 1597.

Estaba indignado, al parecer, y su indignación la comunicaba de grado o por fuerza a los Infanzones. Señores exclamaba ya lo ven ustedes: esta capilla es el lunar, el feo lunar, el borrón diré mejor, de esta joya gótica.

¡Qué veo! exclamó D. Paco con súbita exaltación . ¿No es aquel mozalbete el propio D. Diego; no es mi niño querido, la joya de la casa, la antorcha de los Rumblares?... ¡Eh... D. Dieguito, aquí estamos..., venid acá! En efecto; cuando estuvimos cerca, no nos quedó duda de que el mozuelo bailarín era D. Diego en persona. Nos vió, y al punto vino corriendo para abrazarnos a todos con mucha alegría.

Mis sueños cuando apenas niño o adolescente, mis sueños cuando joven, ya lleno de vigor, fueron el verte un día, ¡joya del mar de Oriente! secos los ojos negros, alta la tersa frente, sin ceño, sin arrugas, sin manchas de rubor.

Aquellos chistes de café, aquella maledicencia que se revelaba en ellos no podía producir efecto en una naturaleza sencilla y recta como la suya. Así que cuando Tristán dio tregua a su panegírico desvió la conversación a otro sitio. Le preguntó por las obras del cuarto, por una joya que había encargado a Holanda, por los muebles que les estaban construyendo. La conversación languideció al cabo.

Hubiera dado su más preciada joya, su dentadura misma de Ernest, por tener tan sólo veinticuatro horas aquella presea de la cadina y pasearla por todos los salones y enseñarla a todos los curiosos, desempeñando así un bout de rôle en aquella novelesca tragedia que había de ser al día siguiente tema obligado de todas las conversaciones.

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