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Actualizado: 12 de junio de 2025
Bajó del recuesto y acercóse al escuadrón, tanto, que distintamente vio las banderas, juzgó de las colores y notó las empresas que en ellas traían, especialmente una que en un estandarte o jirón de raso blanco venía, en el cual estaba pintado muy al vivo un asno como un pequeño sardesco, la cabeza levantada, la boca abierta y la lengua de fuera, en acto y postura como si estuviera rebuznando; alrededor dél estaban escritos de letras grandes estos dos versos: No rebuznaron en balde el uno y el otro alcalde.
Sufren todas las enfermedades y no tienen ninguna: su única dolencia cierta es la debilidad, la anemia, la escasez de una vida que han ido repartiendo y malgastando generosamente. Cada hijo se ha llevado un jirón de su existencia.
Otros dos disparos partieron de la casa del guardabosque, llevándose un jirón de los andrajos del loco, que prosiguió su carrera, repitiendo los hurras con ronca voz y subiendo por el sendero que habían seguido sus camaradas. Toda aquella visión desapareció como un sueño. Entonces Luisa se volvió. Catalina estaba de pie a su lado, no menos estupefacta y no menos atenta que ella.
Por todas partes indicios de abandono y ruina: las ortigas obstruían la especie de plazoleta o patio de la casa; no faltaban vidrios en las vidrieras, por la razón plausible de que tales vidrieras no existían, y aun alguna madera, arrancada de sus goznes, pendía torcida, como un jirón en un traje usado.
El singular testamento de don Manuel de la Torre fué un jirón de locura mansa que, desgarrado del noble corazón del solariego, quedó flotando sobre la cabeza inocente de su hija, como nube de un drama silencioso.
Yo creo a veces que tengo mil años... ¡Y enferma! ¡Arrastrando para siempre las consecuencias de haber sido madre!... Deteníase al decir esto con prudente rubor, no osando confesar las internas tribulaciones que agitaban su organismo. Sus ojos iban hacia Karl con la expresión amorosa y triste de una artista que contempla su obra, fruto de penalidades, jirón doloroso de su propia existencia.
El botón de nácar, al cual se adhería un jirón de tela y que se había quedado en el ojal, era lo único que indicaba que, antes de dormirse, la joven había debido ser presa de una violenta agitación. Duermes, tesoro mío, dime que duermes, dijo la señora Hellinger sollozando. Dime que no has hecho semejante afrenta a tu tía, a tu querida tía que te ha criado y cuidado como a su propia hija.
Todos se atreven con ella; innumerables especies se acomodan en su lomo y viven á sus expensas, llegando su descaro hasta el punto de roer su lengua. El narval, armado de traidoras defensas, las hunde en sus carnes; los delfines saltan y la muerden, y el tiburón, al vuelo, de un golpe de sierra le arranca un sangriento jirón.
Y diciendo esto, Kernok empujó a Durand contra el empalletado, que caía a pedazos. En efecto, aunque la corbeta estuviese horriblemente averiada, se adelantaba viento en popa sobre el brick con un jirón de vela de su mesana, mientras que El Gavilán, que había perdido todas sus velas, no podía evitar el abordaje que el inglés quería intentar, y que había de serle ventajoso porque eran más.
En vano, Sol, aunque ya asustadiza, aprovechando los momentos en que Ana estaba acompañada de Juan o de Pedro y Adela, se iba en busca de Lucía, que hallaba ahora siempre modo de tener largos quehaceres en su cuarto, en el que un día entró Sol casi a la fuerza, y vio a Lucía tan descompuesta que no le pareció que era ella, sino otra en su lugar: en el talle un jirón, los ojos como quemados y encendidos, el rostro todo como de quien hubiese llorado.
Palabra del Dia
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