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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Enojáos cuanto queráis conmigo, señor; pero no oiga vuecencia á Pelegrín Santos, pobre hidalgo que os debe cuanto es, sino á la voz severa de la verdad; sucédame cuanto quiera, aunque vuecencia irritado conmigo me haga pagar cara mi lealtad, no puedo callar por más tiempo. Porque se hace necesario prevenir el mal, necesario de todo punto; no se puede perder un minuto. Sigue, sigue, Pelegrín.
En tanto, las mozas rodeaban a Rosa y le afeaban su conducta. A cuantas advertencias le hacían contestaba con acento irritado y un gesto altivo de reina salvaje: Yo soy una aldeana. No quiero bailar con los señores. Tal resultado obtuvo el primer paso de Andrés para acercarse a su morenita de la iglesia.
Ya es preciso retroceder, volverse á casa, entre irritado y mohino, no maldiciendo tan alto como el romántico, pero sí haciendo no muy piadosa plegaria para el caballo y el jinete. La vida no es ya tan bella, pero todavía es soportable; la filosofía se va encapotando como el tiempo, pero el sol no ha desaparecido aun.
Conocía tan bien aquel género de tormento, que sin volver la cara exclamó: ¡Valentina! ¡Yo soy! ¿Creíais que os ibais a reir de mí? Lo que acabas de hacer es muy feo profirió el joven con acento irritado, mirando a su querida cara a cara. Has dado un escándalo, y me has puesto en ridículo. Yo no tolero eso, ¿lo oyes? ¿Que no lo toleras?
La generala desplegó el abrigo y se lo metió con la ayuda de Miguel; pero no acababa de dar al cochero la orden de retirarse; la máscara había picado su curiosidad de mujer caprichosa, y buscaba una aventura con el deseo irritado de quien va a despedirse de ellas para siempre.
Era él, el miserable, que la triste una vez sola vió en su vida, al resplandor de la llama pavorosa de su aduar incendiado, rugiendo bravas las olas, zumbando irritado el viento, miéntras la voz angustiosa de sus parientes pedia, en vano, misericordia.
Los despojos de la más numerosa escuadra que por aquel tiempo había desafiado su furor juntamente con el de los enemigos, no se escapaban a la cólera del elemento, irritado como un dios antiguo, sin compasión hasta el último instante, tan cruel ante la fortuna como ante la desdicha.
Santo Tomás de Aquino, que con razón es considerado como el hombre más científico de su época, creía firmemente que los truenos, los rayos y las tempestades fueron tan sólo manifestaciones punitivas de Dios irritado contra los hombres.
Viendo doña Manolita que no había manera de remediar su torpeza, y apuradísima de haber irritado tanto a doña Luz, a quien quería de todo corazón, no pronunció una sola palabra más; pero lloró y sollozó como si le hubiese sobrevenido la más cruel desgracia.
Se dieron las manos, y ella le preguntó tranquilamente qué hacía allí mirando las olas y si avanzaban las reparaciones de su buque. ¡Pero confiese usted que mi presencia la ha sorprendido! dijo Ulises, algo irritado por esta tranquilidad . Reconozca que no esperaba encontrarme aquí. Freya repitió su sonrisa con una expresión de dulce lástima. Es natural que le encuentre aquí.
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