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Actualizado: 12 de junio de 2025
Nada de preconizaciones: basta con que en un momento dado, autorizado por el papa, podáis vestiros la púrpura; sed en buen hora cardenal, pero no lo digáis á nadie... no mostréis miedo... ¡Ah! ¡Pelegrín! ¡yo no te conocía!
Enojáos cuanto queráis conmigo, señor; pero no oiga vuecencia á Pelegrín Santos, pobre hidalgo que os debe cuanto es, sino á la voz severa de la verdad; sucédame cuanto quiera, aunque vuecencia irritado conmigo me haga pagar cara mi lealtad, no puedo callar por más tiempo. Porque se hace necesario prevenir el mal, necesario de todo punto; no se puede perder un minuto. Sigue, sigue, Pelegrín.
Sin eso, señora, podéis mandar. ¿Qué casa tengo yo desalquilada en un lugar retirado de Madrid? Vuecencia tiene una á la malicia en la calle de la Redondilla. Pedid las llaves de esa casa y con ellas idos á acompañar, encubierto, á Pelegrín Santos, secretario del duque de Lerma, y haced lo que él os mande. Muy bien, señora.
¿Es posible dije interrumpiendo á don Pelegrín que sólo tres estudiantes salieran de Santander en un año? Y era mucho salir me contestó en tono enfático. Repare usted que estaba carilla la carrera de letrado.
Calderón es presuntuoso, soberbio, tiene mucho ingenio, vale mucho, conoce la corte, y en cuanto pueda se abrirá paso, obligándoos á que vos le facilitéis el camino, porque os tiene sujeto... ¡Pelegrín!
¿Es posible dije á don Pelegrín que tal idea se tuviese entre ustedes del teatro?; ¿que así le tomasen como foco de desmoralización? Según ese sistema repuse, aún estaríamos como el indio Caupolicán. Sepa usted, don Pelegrín, que es un deber para el nombre adoptar todo aquello que puede dar ensanche á su inteligencia. Los progresos materiales....
Yo aconsejaría á vuecencia que tomase un partido mucho más prudente, que el de lograr por medio de estas cartas que se corten las quejas que vienen de todas partes dijo Santos estirándose el brazo derecho y frotándoselo con la mano izquierda. ¿Y qué partido es ese, Pelegrín? ¡Hum! vuecencia está muy comprometido. Sí, es cierto; pero todo lo que puede suceder será perder la gracia del rey.
¿Pero qué puede suceder?... Yo veo á Calderón marchar de frente hacia el cadalso, sin verle, confundiéndole con el trono. ¡Ah! Dejad que suba solo al cadalso... cubríos... ¡Cómo! ¡Pelegrín! ¡crees...! Lo creo posible todo.
¡Cáspita! exclamé yo muy serio, acordándome de lo que había gastado en los tres días del último carnaval de mi vida de estudiante. ¡Ahí era un grano de anís!... Pero no sabía yo, don Pelegrín, que fuese usted abogado. Y no lo soy, ¡ca!...; porque verá usted lo que pasó.
Urge, urge, Pelegrín; ya sabes que mi sobrino no ha perdido el tiempo, y que ya está en Madrid; viene irritado contra mí y no perdonará medio; además, se encontrará al duque de Uceda apoderado del príncipe de Asturias, y empezará de nuevo entre ellos la guerra, que vendrá á herirme de rechazo.
Palabra del Dia
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