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Nada había bastado a quebrantar su resolución ni a cambiar su inveterada conducta de no mezclarse en elecciones ni en política para nada. Don Acisclo rabiaba, se entristecía y se desesperaba de esta terquedad. Con D. Juan Fresco de su lado, su empresa era llana. Sin D. Juan Fresco, a pesar del auxilio del Gobierno, distaba muchísimo de estar asegurada la victoria.

Todos tenían gran deseo de verle de cerca y de presenciar aquella comedia de la cesación de una hostilidad inveterada. El doctor Truchelet aventuró una alusión sabia á las bodas de Pirito, ensangrentadas por el combate de los Centauros y de Lapites, y felicitó á la señorita Guichard por no haber renovado las luchas de las Amazonas contra Hércules y Teseo.

Después de largo tiempo de encontrarse en la provincia Oriental persiguiendo en vano á las partidas rebeldes, sin lograr que éstas lo esperaran, según costumbre inveterada en los alzados, el capitán del Escuadrón "D" de la Guardia Rural, señor José Perdomo, recibió el día 12 de junio la visita de un vecino de Río Frío, informándole que una numerosa partida de alzados se encontraba acampada en aquel lugar, por lo que el referido capitán, muy de mañana aún, dispuso que la pequeña columna que mandaba se pusiera en marcha con dirección al lugar en el cual se decía se encontraba el mencionado grupo.

Deseosa de hablar reposadamente con el Vizconde, le citó para una noche en que no recibía a los demás tertulianos, y tuvo con él el coloquio que vamos a reproducir aquí. Después de los amistosos saludos de costumbre, con la inveterada familiaridad de siempre, y tuteando al Vizconde como solía, Rafaela le dijo: eres mi mejor amigo, lleno para de amabilidad y de indulgencia.

, tía respondió Rafael , y Stein de cancón es una pieza compuesta expresamente para ambos. ¡Tales cosas! exclamó la buena señora. Madre, ¿no echáis de ver que Rafael se está chanceando, según su loable e inveterada costumbre? dijo la condesa.

Mostráronse vates verdaderos, aun bajo el yugo de la censura, y habrían lucido como tales en los senos de cualquier mundo literario. No sin esfuerzo hanse juntado los materiales del presente FLORILEGIO. Para seleccionar lo moderno, la enorme distancia entre aquende y allende y la inveterada pereza por poetas y por filipinos de los vates luego arracimados, nos amontonaron dificultades.

Tenía miedo; veía su virtud y su casa bloqueadas, y acababa de ver al enemigo asomar por una brecha. Si la proximidad del crimen había despertado el instinto de la inveterada honradez, la proximidad del amor había dejado un perfume en el alma de la Regenta que empezaba a infestarse. «¡Qué fácil era el crimen! Aquella puerta... la noche... la obscuridad.... Todo se volvía cómplice.

La viuda, señora respetable de cincuenta noviembres, tal vez había amado y se había dejado amar por uno de aquellos asiduos tertulios, un D. Críspulo Crespo, relator, funcionario probo y activo e inteligente, de muy mal genio; , se habían amado, aunque sin ofensa mayor de Cascos; y en opinión de los amigos, seguían amándose; pero todos respetaban aquella pasión recóndita e inveterada; rara vez se aludía a ella, y se la tenía por único recuerdo vivo de tiempos mejores; y el respeto a tal documento póstumo del muerto romanticismo se mostraba tan sólo en dejar invariablemente un puesto privilegiado, dentro del mostrador, para D. Críspulo.

Para lo cual, cediendo á su inveterada costumbre de caracterizarse, se vistió de pies á cabeza, y se tiñó la nariz y las mejillas de rojo, dándose de ese modo á mismo la impresión de que era un cochero borracho. Sus camaradas le embromaban por aquel celo, que estimaban inútil. Pero él repuso: No lo creáis: esto me ayuda á «entonar las palabras».

A Bonis no se le habló de estos proyectos de socorro; primero, por la inveterada costumbre de no contar con él para nada; y después, porque tanto a Minghetti como a Emma se les ocurrió, sin comunicárselo, que era demasiada desfachatez y falta de aprensión tratar con Bonifacio de semejante negocio.