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Actualizado: 5 de junio de 2025


Vamos, Angelina.... ¡A dormir, que es muy tarde! Carmen te está esperando. La pobrecilla quiere cambiar de postura.... En tanto que Angelina cerraba la puerta de la sala me dirigí a mi recamarita. El viento inundaba la habitación con los mil aromas del jardín, y el amor derramaba en mi alma el perfume embriagante de los años juveniles.

Un fulgor de plata inundaba el horizonte, y allá, tras los picachos de la Sierra, surgía la luna llena, espléndida y magnífica. A las cuatro de la tarde ya todo estaba listo. Tía Pepilla arregló mi petaca en dos por tres, y concluída la faena me dijo cariñosamente, echándome los brazos: Rorró... ¿no vas a despedirte de tus amigos? ¿Amigos? ; el doctor, tu maestro, Ricardito Tejeda....

Abrió los brazos en toda su extensión, y, sonriendo a ese reflejo de felicidad con que lo inundaba el recuerdo de las recientes horas, exclamó: ¡Que haga la prueba! ¡Con estas mis manos la alzo y me la llevo a casa! ¡Puesto que Marta ha dicho «yo querría ver que alguien se opusiera! Y de puntillas, para no despertar a sus padres, subió la escalera que no por eso dejaba de gemir bajo su peso.

Mirándola a ella y mirando al sol que inundaba el valle, tras unos días tan negros y tan tempestuosos como los recién pasados, yo no por qué llegué a ver en la nieta de don Pedro Nolasco, algo así como la paloma que volvía al arca anunciando que había cesado ya la ira de Dios y que toda la Naturaleza surgía de los abismos de tinieblas purificada de las culpas e iniquidades de los hombres.

Paz, al verle marchar, se entró a su gabinete, y desde allí, apoyada la frente en la vidriera del balcón, le vio perderse entre los árboles del paseo, como el primer día que se hablaron. En seguida se echó en una butaca y lloró, sin que el dejo dulcísimo de aquel beso, que aún creía sentir sobre la boca, bastase a mitigar la amargura que la inundaba el alma.

Pero era indudablemente menos infeliz que lo hubiera sido siendo ella monja. No qué alegría misteriosa inundaba mi alma. Si no era mía, no sería de otro... Era una posición de cierto género, y acaso... con la costumbre de verme... ¿quién sabe? Yo esperaba. ¿Viviría el hombre a quien amaba Amparo? ¿La habría seducido este hombre?... ¿La habría abandonado?...

No es capaz de sentir pasión alguna. Su amor no es más que un capricho como todo lo demás. Quizá algún día...» Y esta vaga esperanza, dulce como la miel, inundaba su corazón de alegría. No podía menos de felicitarse también de la facilidad venturosa que tenía para verla y hablarla á cualquier hora del día.

Le había cogido una mano y se la apretaba y acariciaba con intermitencias nerviosas. De vez en cuando la llevaba a los labios y se la besaba con fuerza. Doña Paula la miraba con enternecimiento y sonreía gozándose en la felicidad que inundaba el corazón de su hija. El reloj del comedor vibró, dando las doce y media. Gonzalo levantóse apresuradamente. ¡Oh, qué tarde! ¿Qué dirá don Rosendo?

Pareciome que la onda de luz deslumbradora inundaba en regenerador bautismo la humilde cabeza de la mujer cuyos cabellos, como en la bella y dulce leyenda del Evangelio, besaba los pies del que amaba: hasta prestó una bondadosa poesía al irregular perfil de Yuba-Bill que con abiertos y pacientes ojos velaba en guardia, medio recostado entre este grupo y los viajeros.

Las palabras que nos murmurábamos volvieron a tener un sentido íntimo, un sabor secreto que nos inundaba de alegría. Los acentos de Gloria, al salir de sus labios húmedos, no quedaban en el oído, sino que corrían por mis venas con dulzura infinita, y sus negros ojos brillantes me interrogaban sobre aquel misterioso y divino sabor que ella notaba también, sin saber de dónde venía.

Palabra del Dia

consolándole

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