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Actualizado: 19 de junio de 2025


Mientras su hermana y algunas otras personas se lo presentaban como un perfecto caballero, un hombre de buen fondo, extraviado por las malas compañías y la lectura de libros impíos, otras, que también pretendían conocerle desde la infancia, lo pintaban como un ser avieso, mal intencionado, riendo siempre de las desgracias y las flaquezas del prójimo, insolente y agresivo de palabra, ya que de obra no podía serlo por su natural débil y enfermizo.

Primero Frasquita rogó, suplicó y lloró, mientras don Quintín aguantó, cruzado de brazos, jurando y perjurando que el origen de aquello debía de ser una broma pesada de algún mal intencionado; por último, exasperada la esposa, empuñó un formón viejo que servía para desclavar cajones, y amenazó enérgicamente a su marido, diciéndole: ¡Te mato cuando estés durmiendo, y luego me mato yo! ¡Vamos a salir en los papeles!

Con el estudio de estos hermosos detalles, acabé de comprender lo que no comprendí a la simple lectura de la «Memoria», en cuyo intencionado laconismo, por lo tocante a la obra benéfica del patriarca, vi entonces otro rasgo de su exquisita delicadeza en sus relaciones conmigo.

Como de éstos el uno era hombre acalorado y fiero, y el otro mal intencionado, no fué posible avenencia. Se negaron en absoluto a dar explicaciones. El lance quedó concertado a sable en el cementerio antiguo, en las primeras horas de la mañana. Don Rudesindo al saberlo, maldijo de la hora en que viera la luz del día.

Un hombre mal intencionado podía ocultarse muy fácilmente... en el cuarto de mi doncella, por ejemplo, en el instante de disolverse la tertulia, cuando es menos notado cualquier movimiento y menos extraña la presencia de una persona; salir de su escondrijo en hora conveniente; hacer lo que se había propuesto, y aguardar en otro escondite a que los criados bajaran del sotabanco, abrieran las puertas, después de abierta la de la calle, y largarse a ella muy tranquilo. ¡Pues si la doncella estuviera de acuerdo con el ladrón!... ¡Qué espanto!

Todos se ofrecieron a Eugenio; pero el que más se mostró liberal en esto fue don Quijote, que le dijo: -Por cierto, hermano cabrero, que si yo me hallara posibilitado de poder comenzar alguna aventura, que luego luego me pusiera en camino porque vos la tuviérades buena; que yo sacara del monesterio, donde, sin duda alguna, debe de estar contra su voluntad, a Leandra, a pesar de la abadesa y de cuantos quisieran estorbarlo, y os la pusiera en vuestras manos, para que hiciérades della a toda vuestra voluntad y talante, guardando, pero, las leyes de la caballería, que mandan que a ninguna doncella se le sea fecho desaguisado alguno; aunque yo espero en Dios Nuestro Señor que no ha de poder tanto la fuerza de un encantador malicioso, que no pueda más la de otro encantador mejor intencionado, y para entonces os prometo mi favor y ayuda, como me obliga mi profesión, que no es otra si no es favorecer a los desvalidos y menesterosos.

Reincorporóse y redújose el renegado con la Iglesia, y, de miembro podrido, volvió limpio y sano con la penitencia y el arrepentimiento. De allí a dos días trató el visorrey con don Antonio qué modo tendrían para que Ana Félix y su padre quedasen en España, pareciéndoles no ser de inconveniente alguno que quedasen en ella hija tan cristiana y padre, al parecer, tan bien intencionado.

Era el camino áspero y hasta cierto punto peligroso, porque había en la vecindad un gato muy mal intencionado, que llamaban D. Gaiferos. Antojósele al rey Buby acompañarle en aquella expedición, y así se lo pidió á Ratón Pérez con el mayor ahinco.

No hablar del asunto. ¿Preguntan por qué se fué el meritorio? Pues no hay más que hacer un gesto intencionado, fingir una sonrisa despreciativa, discretamente maliciosa, que lo diga todo. ¡Mentira y calumnia! La madre y las hermanas del pobre meritorio trabajaban para vestir al muchacho. ¡Cómo había de ir al establecimiento hecho un pordiosero!

Además, en aquellas temporadas de desgracia; para ayudar a la obra destructora de los suyos, podía permitirse sus preguntitas al gobierno a primera hora de las sesiones, y más de una vez escuchó de la boca sonriente y descolorida del jefe: «Muy bien, Brull; ha estado usted intencionado». Y la felicitación llegaba hasta el distrito, agrandada por el popular asombro.

Palabra del Dia

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