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LA ENFERMERA. ¡Simple divergencia de métodos y de autoridades...! Tranquilícese... Como cada una de estas damas quiere afirmar su supremacía sobre la otra, los enfermos están mejor cuidados. SITA. Es usted muy indulgente. Adivino que seremos amigas. LA ENFERMERA. ¡No se haga ilusiones...! SITA. ¡Quia...! Mi corazón no me engaña nunca.

, tenéis todos los gustos que pueden detener a un hombre en su casa... y vivís... en el círculo... ¡Dios, mío! ¡Vaya! dijo el señor de Lerne. Señor Jacobo replicó Juana, cuyo abanico se agitó violentamente. ¿Señora? ¿Os voy a parecer muy indiscreta? ¡Soy tan indulgente!... Vuestra madre desea veros casado. Me lo figuro, señora. ¿Y vos no lo queréis? No, señora, absolutamente.

Y a , acaso porque soy optimista, indulgente y benigno, más bien que deleitarme y más bien que conmoverme estéticamente, me aflige y me repugna la viva y exacta representación de la fealdad moral, cuando traspasa los límites de lo ridículo y llega a lo criminal y a lo odioso. Es cierto que en la novela del Sr. Lasso hay algunos personajes excelentes.

Las comidas que daba en su casa no tenían rival, como no fuesen las cenas que daba en la de su querida. El mundo, que es siempre indulgente para los hombres, le perdonaba aquel derroche de su vida y de su fortuna. Además, hacía las cosas galantemente, porque sus placeres mundanos no levantaban un eco doloroso en su casa.

Su pobre padre era muy indulgente con usted, y estoy seguro de que la señora Percival, aun cuando algunas veces pueda parecer un poco rígida, sólo lo hace por su bien le dije con toda franqueza, de pie sobre el tapiz de la estufa y contemplando su hermosa figura. ¡Oh! ya que en su concepto soy una niña muy voluntariosa exclamó, con una sonrisa.

Si un día sabe usted lo que he hecho, recuerde usted el nombre que siempre desde la primera vez que gocé de sus caricias quiso darme: recuerde usted que me ha llamado hija suya y como a tal me ha amado: para su hija siempre será usted indulgente. »Dios lee en mi corazón.

Siguieron a esto frases de un orden más romántico que financiero, en las cuales el desgraciado señor expresó una vez más el consuelo que experimentaba su alma dolorida respirando la atmósfera de aquella casa, y descargando el fardo de sus penas en la indulgente persona que ocupaba ya el primer lugar en su corazón y en sus pensamientos. Rosalía se retiró de la ventana con la cabeza trastornada.

Después de los cariñosos saludos de costumbre y de un breve preámbulo sobre asuntos insignificantes, sentados madre e hijo en cómodos sillones y enfrente ella de él, la Condesa entró en materia de este modo: Bien conoces , Ricardo mío, que yo me he pasado contigo de indulgente. Así he perdido toda fuerza moral, y apenas si me siento con autoridad y valor para darte un consejo.

Si mi juicio, que será favorable, viniese, como espero, a coincidir con el del público, mis palabras llegarán a ser celebradas por verídico vaticinio. Y si el público no llega a apreciar lo que yo aprecio, mis palabras serán olvidadas, o bien me disculpará quien las recuerde, calificándome de indulgente y bondadoso aunque falso profeta.

»No obstante su bondad, era severo y casi implacable para los extravíos de las pasiones. La ruina de un amigo suyo que había abandonado a su familia le parecía merecida, y ni su muerte en la soledad y en la pobreza lo inclinaban a ser indulgente para con él... »Yo me daba cuenta de lo que pasaba, pero no hablé. Tenía miedo, tenía miedo hasta de pensar. »No soy sincera, no lo digo todo...»