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Actualizado: 24 de junio de 2025
Mientras hablaba, cubría su cabeza con un velo y envolvíase en sus pieles. La señora de Lerne se levantó indecisa. ¿Es prudente lo que hace? ¿Qué cosa peor puede suceder? dijo Juana con un gesto de suprema indiferencia, induciéndola a salir. La condesa vivía en la Avenida Montaigne. En un momento estuvieron allí.
En ese momento todo iba perfectamente: María Teresa parecía haber consentido en demorar su casamiento hasta una fecha lejana e indecisa. Huberto, satisfecho de aquella vaga determinación, que lo alejaba del cumplimiento de su compromiso, se prometió no precipitarse.
Sereno, podría estarlo; pero tenía los ojos enrojecidos, brillaba en sus pupilas una chispa azulada é indecisa, semejante á la llama del alcohol, y su cara iba adquiriendo por momentos una palidez mate. Los otros no estaban mejor; pero todos reían.
El joven se sintió halagado en su vanidad masculina por esta mirada, pero surgió en su memoria inmediatamente el recuerdo de lo ocurrido aquella tarde. ¿Por qué han reñido esos dos hombres?... ¿Fué por usted?... Quedó ella indecisa; y al fin, entornando los ojos, contestó con cierto abandono: Tal vez; pero yo los desprecio á los dos. Para mí sólo existe usted, Ricardo.
Iba a amanecer, y la indecisa luz de la madrugada alumbraba aquel cuadro de muerte, cuando de súbito se apareció en lo alto de una pequeña colina cercana un sacerdote, vestido de negro, que hacía señas y que se acercaba al grupo apresuradamente. Seguíanle este mismo señor alcalde, que entonces lo era también, y un gran grupo de vecinos.
Por primera vez creyó penetrar la significación de ciertos rasgos de su cara: como aquella rigidez de la frente, pequeña, fina, bajo la suavidad del cabello lacio; luego, la sonrisa indecisa, y la sombra que parecía flotar en la mirada de sus ojos dulcemente atónitos: las pupilas anchas, negras, eran insondables, tenían algo de quimérico.
Momentos después aparecía ante ellos, confusa, mirándolos, sin acertar a explicarse; procuró sonreír y se sentó en una silla, casi al borde. Pero en seguida hizo un ademán de sobresalto y se levantó, indecisa. Había en toda su persona esa nerviosidad contenida y esos modos inopinados de quien procura hacerse comprender por alguien, con el temor de que otros, presentes, puedan advertirlo.
Adivina lo que puede ser; indecisa, no acierta a qué parte correr primero: en esto oye un profundo gemido, y cree ¡oh dolor! ser el acento de su amante.
Era viuda de un alto funcionario de la corte de los Zares; pero la personalidad del primer marido, con ser tan brillante, resultaba algo indecisa. Unas veces había sido, según ella, Gran Mariscal de la corte; otras, simple general, y el que verdaderamente podía ostentar una historia de heroicos antepasados era su propio padre.
La embarcación, al principio, parecía como desconcertada, como asombrada; avanzaba un poco, retrocedía, daba la impresión de una persona indecisa que quiere dar un salto y no se atreve. Al último cogió tan bien el viento, que se alejó, dejándonos estupefactos. Ya sabe ella dónde va dijo Allen, convencido. Al subir un montículo de arena volvimos la mirada hacia atrás.
Palabra del Dia
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