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Actualizado: 8 de mayo de 2025


»Mi padre me adora, usted lo sabe, y, a pesar del mal estado de sus negocios, se impondría los más duros sacrificios para asegurarme la dote y la renta prometidas... ¿No juzga usted que sería odioso que la vida de trabajo sobrellevada por mi padre no sirviera sino a mantener en el lujo y en los placeres a dos personas jóvenes y fuertes, mientras él debería continuar su dura labor, y condenarse a una existencia mediocre o incómoda?

Tras una rápida ojeada a la incómoda persona, reanudó la lectura. La dama se sentó a su lado, y al hacerlo miró atentamente a Nébel. Este, aunque sentía de vez en cuando la mirada extranjera posada sobre él, prosiguió su lectura; pero al fin se cansó y levantó el rostro extrañado. Ya me parecía que era usted exclamó la dama aunque dudaba aún... No me recuerda, ¿no es cierto?

Dile que yo le querré siempre como un buen amigo, pero que no me importune más, pues su testarudez la pago yo. A no me incomoda, pero mamá se pone furiosa al verle; cree que yo aliento esa constancia, que nos entendemos sin que ella lo sepa, y la otra tarde, al volver de paseo, me dio un par de bofetones. Ya ves, Juanito... pegarme a ... y por culpa de ese mico.

La ostentación de fuerzas numerosas le incomoda; pocos soldados, pero bien instruídos. Dejadle formar un ejército, esperad que os diga: ya está en estado, y concededle que escoja el terreno en que ha de dar la batalla, y podéis fiarle entonces la suerte de la República.

Diariamente hago leer a mi hijo Alfonso una parte de un libro religioso escrito por un sacerdote alemán: en este libro se aprende a comprender la religión y su emanación de la Naturaleza. La inteligencia de Alfonso me satisface, pero temo haya de darle algún disgusto su carácter demasiado altivo e imperioso, si no se corrige. Con mucha frecuencia se incomoda con sus hermanos, y esto me disgusta.

¡Pobres animales! Pierden su casa, y sólo logran, después de muchos sufrimientos, otra más fea e incómoda. Pero viven, y ocultan su cuerpo deforme y su concha opaca y fea en las aguas de los ríos. Deben sufrir un martirio atroz, tío dijo Hans. Cierto; especialmente cuando el cuchillo del cazador les priva de su vivienda. Pero, Van-Horn; que te olvidas del almuerzo.

Un cuello recto y esplendoroso remontábanse en él desde la corbata negra a las orejas. Batían sus piernas los faldones de un chaqué, prenda incómoda en la región ecuatorial, que gravitaba sobre sus espaldas con la pesadumbre de una coraza, moteando sus sienes y bigote de perlas de sudor.

El traje me incomoda en las escotaduras; los zapatos me aprietan los dedos; hace treinta años que los dedos de los pies se me hinchan... los grogs de Pütz tienen la culpa. La camisa está más dura que una tabla, la corbata me estrangula. ¡Es atroz!

El perro del pastor ladraba furioso cuando uno de esos hombres de fisonomía extraña aparecía en las alturas, y su fisonomía extraña se destacaba negra sobre el cielo, en el ocaso breve del sol de invierno; porque, ¿a qué perro no incomoda una persona encorvada bajo el peso de un fardo? Y aquellos hombres pálidos rara vez salían de su aldea sin aquella carga misteriosa.

¡No digas eso, por Dios, Melchor! exclamó Lorenzo poniéndose de pie y caminando nerviosamente a lo largo del comedor, mientras Ricardo, echado hacia atrás en su asiento, arrojaba al techo tenues espirales del humo de su, cigarro, como deseando substraerse a la discusión. No lo diré si te incomoda repuso Melchor con voluptuosa indiferencia.

Palabra del Dia

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