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Actualizado: 7 de julio de 2025


No debían hacer fuego hasta que él diese la voz. Don Marcelo presenció tales preparativos con la inmovilidad de la sorpresa. Había sido tan rápida é inaudita la aparición de los rezagados, que aún se imaginaba estar soñando. No podía haber peligro en esta situación irreal: todo era mentira.

Sus dedos fusiformes darían envidia a la más empingorotada Princesa. Y de estos dedos, el índice y el del medio de su ominosa diestra eran como truculentos alicates, que penetraban por una pequeña incisión y arrancaban a los volátiles lo que no es decible, con rapidez inaudita.

Al fin, de pronto, su frente se inclinó y cayó sobre mi hombro, donde permaneció inmóvil. Me puse a temblar de pies a cabeza, como si me hubiera acaecido una felicidad inaudita. Se posesionó de un deseo irresistible de acariciar su abundante cabellera, que tocaba mi cara. Muy cerca de mis ojos vi brillar algunos hilos plateados.

Desde la soberbia escena inicial, en la cual sobre la pompa del triunfo se ve asomar ya la próxima desdicha, como nube tempestuosa, corre la acción con fuerza irresistible siempre más sombría y enérgica en su progreso, hasta encontrar en el incesto de Annon con Tamar hecho suficiente para precipitarse con inaudita violencia en profundísimo abismo.

Luego, á los postres de un banquete, Miguel y sus búlgaros lo asesinaron. Los almogávares de la escolta se defendieron en grupos aislados contra toda una ciudad, y fué tan inaudita su desesperada resistencia, que á muchos les concedieron la vida por admiración. Los bizantinos se vengaron del miedo sufrido matando en todo el Imperio á los españoles sueltos.

Siendo obedientes y humildes, tal vez llegasen, con el tiempo, a cobrar tres reales. ¡Una verdadera felicidad!... El cortijo Matanzuela lo miraban como un paraíso. El caritativo Dupont era de una generosidad inaudita. Cuidaba de que los braceros oyesen misa los domingos; y de mes en mes, organizaba comuniones para los gañanes.

Tres caballeros de la casa de D. Raimundo estaban prontos a sostener la acusación en palenque abierto contra los defensores de D. Fruela, el cual había apelado al Juicio de Dios. Pero D. Raimundo era tan poderoso y temido, y por su inaudita soberbia era D. Fruela tan odiado, que nadie acudía a defenderle. Sólo faltaban tres días para expirar el plazo.

Los pastores del rebaño monstruoso, el chauffeur y sus ayudantes, habían partido también para incorporarse al ejército. Todos se marchaban. Finalmente, sólo quedarían él y su hijo: dos inutilidades. Rugió al enterarse de la entrada de los enemigos en Bélgica, considerando este suceso la traición más inaudita de la Historia.

Allí estaba él, reluciente, armado de aquella pechera blanquísima y tersa, la envidia de las envidias de Trabuco. En aquel momento don Juan Tenorio arrancaba la careta del rostro de su venerable padre; Ana tuvo que mirar entonces a la escena, porque la inaudita demasía de don Juan había producido buen efecto en el público del paraíso que aplaudía entusiasmado.

Y, para no permanecer inactiva hasta que el café hubiera pasado, tomó el tejido de gruesa lana que en su condición de «Presidenta de la Asociación de las mujeres» y de «Directora de la comisión de los pobresno se permitía jamás abandonar, y con una rapidez inaudita hizo deslizar las agujas brillantes en sus manos huesosas y habituadas al trabajo.

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