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Esto aumentó el valor de Sènto. Serían los mismos que asesinaron a Gafarró. Había que matar para salvar la vida. Ya iban hacia el horno. Uno de ellos se inclinó, metiendo las manos en la boca y colocándose ante la apuntada escopeta. Magnífico tiro. Pero ¿y el otro que quedaba libre? El pobre Sènto comenzó a sentir las angustias del miedo, a sentir en la frente un sudor frío.

Entonces las comunicaciones con México y España eran lentas, raras y penosas; frecuentes y violentos los disturbios entre los poderes que regían el Archipiélago; exhausta casi siempre la Caja, dependiendo la vida de los colonizadores de una frágil nao, portadora del comercio de la China; entonces los mares de aquellas regiones estaban infestados de piratas, enemigos todos del nombre español, siendo la marina con que éste se defendía, una marina improvisada, tripulada las más de las veces por bisoños aventureros, si no por extranjeros y enemigos, como sucedió con la armada de Gómez Pérez Dasmariñas, frustrada y detenida por la rebelión de los bogadores Chinos que le asesinaron, destruyendo todos sus planes é intentos.

Pues nada, ¡una friolera!... Que en cuanto proclamaron la República, invadió la dehesa una horda de aquellos bandidos, asesinaron al aperador y a tres guardas, y se repartieron las tierras. López Moreno salió para allá corriendo, y estoy inquietísima... No lo que va a hacer... ¿Pues qué ha de hacer? exclamó Diógenes . ¡Polaina!

Cuando asesinaron á Carranza, el heroico Doroteo se encontró en excelentes relaciones con los vencedores y tan comandante de operaciones como en el gobierno anterior. Pero ¡ay! su alto cargo tal vez iba á quedar anulado por innecesario. Los diversos partidos que infestaban el país de insurrectos en armas parecían haber ajustado una tregua junto al cadáver de Carranza.

Es preciso que alguien dirija y que los demás sigan, por voluntad, por consentimiento... pero que sigan. Cuando llega la guerra se ven las cosas de distinto modo que cuando uno está en su casa haciendo lo que quiere. La noche que asesinaron á Jaurés rugió de cólera, anunciando que la mañana siguiente sería de venganza.

Luego, á los postres de un banquete, Miguel y sus búlgaros lo asesinaron. Los almogávares de la escolta se defendieron en grupos aislados contra toda una ciudad, y fué tan inaudita su desesperada resistencia, que á muchos les concedieron la vida por admiración. Los bizantinos se vengaron del miedo sufrido matando en todo el Imperio á los españoles sueltos.