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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Lo primero, volver á Sevilla con sus señores padres, y dejar á Doña Clara tranquila con los suyos. Bien se conoce que V. no ama. Á su edad de usted... Dale... con la tontería... Caballerito poeta... yo no soy ni viejo ni rabadán... ni me parezco en nada al del idilio. Váyase V. á Sevilla hoy mismo. Salga V. de esta ciudad antes de que Doña Blanca se percate de que hay moros en la costa.
Hay vida y poesía en esas horas en que el calor abrasa; pera la vírgen tiene en el espacio inmóvil la mirada. Hija gentil de una región de fuego, acaso vuela su alma por el país de rosas del idilio cuyo perfume embriaga. Tal vez sueña en las dulces sampaguitas cogidas de las ramas, para ser el collar lleno de aromas en la linda garganta.
Pues bien; calla que me has puesto al corriente de los amores de D. Carlos y Doña Clara, y calla también cuanto sabes acerca de estos amores. ¡Tío, por amor de Dios! No me crea V. tan amiga de contarlo todo. El pícaro idilio tiene la culpa. Sin el idilio, ni á V. le hubiera yo confiado nada.
Aquella era su verdadera casa: allí pasaba los mejores días, y á no ser por su hija y por la respetabilidad que exigen los negocios, allí iría á terminar su existencia. Además, un suceso inesperado los había unido más estrechamente: había afirmado aquel idilio oculto que llevaba cinco años de duración. Sólo á un hombre como su primo podía hacerle tal confidencia... ¡Tenía un hijo!
Fabrice la veía trabajar asiduamente en su ventana, y parecíale al incauto artista que ella fuese la imagen misma de la dicha y de las domésticas virtudes, y forjóse un idilio, barajando en el desvarío de su inexperiencia la alianza de la casta pobreza con la naciente fortuna.
De pronto Nébel sintió que estaban solos, y la imagen de la madre surgió nítida: "se va para que en el transporte de mi amor reconquistado, pierda la cabeza y el matrimonio sea así forzoso". Pero en ese cuarto de hora de goce final que le ofrecían adelantado y gratis a costa de un pagaré de casamiento, el muchacho, de 18 años, sintió como otra vez contra la pared el placer sin la más leve mancha, de un amor puro en toda su aureola de poético idilio.
Quiso, sin embargo, remachar el clavo, y levantándose sin decir palabra, fuese a la maletilla abierta sobre la cómoda, revolvió un poco y arrojó después sobre el velador, delante del tío Frasquito, un pequeño objeto, diciendo: ¡Único recuerdo de mi idilio de Oriente!...
Cuántas veces había pensado Clementina esto mismo desde hacía dos meses no podremos decirlo; pero sí que lo había pensado un número bastante considerable. Su espíritu, embargado por dulce somnolencia, volvió a inclinarse al idilio. Aquel cuarto tercero, aquel despacho alegre, aquella vida dulce y oscura. ¡Quién sabe! La felicidad se encuentra donde menos se piensa.
Llegaron a Inhiesta a las ocho de la mañana, y detuvieron el carruaje en la única posada del pueblo. Esos palomos estarán en lo mejor del sueño dijo Novillo . Se me parte el corazón, considerando que tengo que cortar un idilio en flor. Pero yo no soy la voluntad; soy el brazo que ejecuta. Hay que concluir cuanto antes y volver a Pilares sin tardanza.
La descripción de este tierno idilio, que a mí, con ser machucho, me hacía bailar el corazón dentro del pecho, no producía en el autor novel más que una impertinente soñolencia que sólo desaparecía repentinamente cuando dirigía con voz imperiosa alguna advertencia a los cómicos. Llegó, por fin, el día del estreno.
Palabra del Dia
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