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Actualizado: 22 de mayo de 2025


Cuando más en punto estaba el idilio, se presentó el traidor de la comedia: un banquero estúpido y feo y más ladrón que Brunelo, con dos avaricias insaciables: la del dinero y la de los blasones. Ambas cosas debían de abundar en casa de Nica Montálvez, sobre todo desde la muerte de su abuelo, un traficante muy listo que dejó al imbécil de su yerno una renta de cincuenta mil duros.

Soñar que el corazón es siempre joven y que esa juventud es una gloria, sin cuitas que en el vértigo nos roben lo más caro escondido en la memoria. Soñar así es soñar de color rosa; vivir así es vivir en pleno idilio; es tener en el alma, en vez de prosa, una égloga admirable de Virgilio...

De relato en relato, de idilio en idilio y de desengaño en desengaño, vinimos á parar á las mujeres del país, y cada cual opinó á su manera.

Y mientras Nébel se alejaba, tardo, por el muelle, volviéndose a cada momento, ella, de pecho sobre la borda, la cabeza un poco baja, lo seguía con los ojos, mientras en la planchada los marineros levantaban los suyos risueños a aquel idilio y al vestido, corto aún, de la tiernísima novia. #Verano#

Es un gesto maternal para infundirle ánimo; tal vez es un halago amoroso que se repite después de un paréntesis de medio siglo. ¡Quién sabe! ¡La guerra ha despertado tantas cosas que parecían dormidas para siempre!... Yo me imagino el infortunio de esos dos seres que representan ciento setenta años. Son Filemón y Baucis, que acaban de ver su apergaminado idilio roto por la invasión.

Era para como un primer amor, con todo el encanto dignificante que un idilio virginal tiene para el hombre hecho, que después amó cien veces... Si usted es querido alguna vez como yo lo fuí, y ultraja como yo lo hice, comprenderá toda la pureza viril que hay en mi recuerdo. Hasta que una noche tropecé con ella.

La novela tiene traza de idilio; pero no ideal y fantástico, sino tomado con perspicaz observación de la realidad misma y reproducido con arte atinado y sobrio. Los caracteres son verdad y tienen consistencia, de suerte que los principales personajes se diría que viven, y sus actos y pasiones interesan y conmueven.

Mi tío, en un hospicio, idiota, sin habla y sin razón. Don Benito casado al fin, con una señora rica y de edad proporcionada a la suya. ¡Qué diablo! A también me dio por casarme y me acordé de mi idilio de veinte años.

El Comendador, que al fin no era una criatura inexperta, conoció pronto que amaba á Lucía y que de ella era amado; pero, pensando en su edad y en el idilio de D. Carlos, no se atrevía á declarar su amor, si bien le manifestaba con su constante solicitud en servir á Lucía. Ella no atinaba, entre tanto, á comprender la timidez del Comendador, á quien juzgaba enamorado.

La pobre creía encontrarlo en , señorito hambriento que hablaba de cosas que ella no podía entender. Mi vida floreció por vez primera; conocí la alegría, la verdadera alegría, durante unos meses; luego, el idilio acabó en el hospital.

Palabra del Dia

ciencuenta

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