United States or Cuba ? Vote for the TOP Country of the Week !


A los dos meses de casados, y después de una temporadilla en que Barbarita estuvo algo distraída, melancólica y como con ganas de llorar, alarmando mucho a su madre, empezaron a notarse en aquel matrimonio, en tan malas condiciones hecho, síntomas de idilio. Baldomero parecía otro.

Sentose; clavó en los míos sus ojos, dulces y elocuentes, como si en ellos quisiera mostrarme estampado todavía el idilio de la noche anterior..., y me encontré sin ánimos para decir la primera palabra. Todas las fuerzas con que contaba para llevar a cabo mis proyectos, me habían faltado de repente.

El idilio se acentuaba cada día, hasta el punto de que la madre de Barbarita, disimulando su satisfacción, decía a esta: «Pero, hija, vais a dejar tamañitos a los Amantes de Teruel». Los esposos salían a paseo juntos todas las tardes. Jamás se ha visto a D. Baldomero II en un teatro sin tener al lado a su mujer. Cada día, cada mes y cada año, eran más tórtolos, y se querían y estimaban más.

Hasta creí que se burlaba, aun cuando su fisonomía no indicara ninguna disposición á la jovialidad. Sea lo que sea, broma ó no, fué tomada muy á lo serio por su madre y se decidió con entusiasmo á dejar á aquel idilio su inocencia y sus pies desnudos.

No estaba seguro de poder reanudar el idilio, y ya entreveía la contingencia de tener que romperlo. Sin embargo, ni por un momento se le ocurrió la idea de salirse fuera del paseo y volverse a casa, renunciando a la cita. Sólo la idea de mirar a Cristeta cerca de , de contemplar su hermosura y oír el timbre de su voz, bastaba para que olvidase todo lo demás.

Amar por razón de estado abunda también en iguales bellezas, y sobresale por lo perfecto de su plan. En Mari Hernández la gallega y Averígüelo Vargas observamos personajes de naturalidad extraordinaria, y reunen en grato consorcio la dulzura del idilio con el interés de una acción animada y rica en detalles.

Don Sebastián, hombre de enérgicas pasiones, sentía la paternidad hasta la vehemencia. Aquellos dos seres eran la imagen de la pobre muerta, el recuerdo del único idilio de una vida dedicada por completo a la ambición. Las calumnias que circulaban los enemigos, fundándolas en la presencia de su hija en el palacio arzobispal, le ponían como loco.

Por cierto que se vio la pobre en grandes apuros para pasar con el idilio entre las sonrisas cáusticas de su madre, siguiendo el fantástico camino por donde habían llegado las cosas al punto en que se hallaban. Pero, idilio o no, el desenlace era un hecho positivo y de una realidad bien simpática para la marquesa, hasta aquellos momentos.

La composición además tiene en este caso una singularidad que no tiene ni el idilio erótico de los hebreos ni el de los indios.

Don Carlos de Atienza compartió la alegría de su mujer, y recordando que debía una especie de satisfacción al Comendador, el cual se había creído aludido cuando le oyó leer el idilio contra el viejo rabadán, compuso otro idilio en defensa de un rabadán no tan viejo y en alabanza del amor de los rabadanes.