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Actualizado: 22 de mayo de 2025
Don Fadrique miró con disimulo, pero con mucha atención, á Clarita mientras que D. Carlos recitó el idilio. Si aun le hubiera quedado la menor duda de que Clara era Clori, la duda se hubiera disipado. Á Clarita, valiéndonos de una expresión en extremo vulgar, si bien muy pintoresca, un color se le iba y otro se le venía mientras los versos duraron.
Después, ya en pleno idilio con Adriana, solía preguntarse, intrigado aún, si alguna llama de amor no habría flotado invisible para él, entre aquellos desvíos, que tan mansamente contradecían la atención demasiado seria y dulce con que otras veces le escuchaba. Meditando de esta suerte, le entraba gran lástima y piedad para Laura, para Adriana y para sí mismo.
La madre acogió el casi infantil idilio con afable complacencia, y se reía a menudo al verlos, hablando poco, sonriendo sin cesar, y mirándose infinitamente. La despedida fué breve, pues Nébel no quiso perder el último vestigio de cordura que le quedaba, cortando su carrera tras ella. Volverían a Concordia en el invierno, acaso una temporada. ¿Iría él? "¡Oh, no volver yo!"
El talento de Tirso es también incomparable para el idilio en toda su pureza, sin adición alguna satírica, y nunca pierde la ocasión de hacerlo brillar en todo su esplendor.
Sin embargo, podía suponerse que la tenacidad de su silencio no significara una real indiferencia para el bello pasado romántico, sino que persistiendo secretamente en ella la memoria del idilio interrumpido, la frialdad fuera más bien pura apariencia y reproche tácito a Zoraida.
Es superior á esta última la comedia titulada A Madrid me vuelvo, una de las más antiguas de Bretón, que junta los atractivos del idilio con la delicadeza de las comedias de carácter, al contraponer una á otra la vida de la ciudad y del campo.
Don Luis, en medio de la calle, a las dos de la noche, iba discurriendo, como ya hemos dicho, en que su vida, que hasta allí había él soñado con que fuese digna de la Leyenda áurea se convirtiese en un suavísimo y perpetuo idilio.
Y si se deja pasar delante a la dama, ninguno de los nocturnos rondadores se detendrá en su carrera loca, aunque oiga el tiro que corta la vida de su rival, aunque tropiece en el camino su ensangrentado cadáver, aunque el tufo de la pólvora le diga: «¡Al final de tu idilio está la muerte!». No, no se pararán.
Y la portezuela de la diligencia cerrose sobre el Idilio de Red-Gulch. Estaba el tiempo muy metido en aguas en el valle del Sacramento. El North Fork se había salido de madre y la Rattlesnake Creek estaba impracticable.
Quiero decir que tengo cincuenta años, que te llevo treinta y dos, y que no estoy loco para aspirar á que me quieran; pero los poetas fingen lo que se les antoja, y el barbilindo de D. Carlos puede haber levantado esa máquina de suposiciones absurdas para escribir su idilio.
Palabra del Dia
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