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Actualizado: 27 de junio de 2025
Europa entera parecía humillada bajo su poder; no tenía él más que desear y emprender cualquier cosa, para verla realizada antes de que su misma ambición pudiera apetecer. Mientras fue instrumento divino, nada pudo sostener el curso de sus conquistas, de sus devastaciones, del trastorno general que parecía efectuarse por él, sobre toda la superficie del globo.
No obstante, sentíase humillada, inconscientemente, por el concepto en que la tenían; hubiera querido vengarse, abatir a sus buenas amigas, humillarlas a su vez.
ELSA. Te ha suplicado que consientas en nuestro matrimonio, mientras que tú, con la crueldad de un hombre obcecado... EL CONDE. Puedes no medir demasiado tus palabras, Elsa; no tienes que violentarte con tu viejo padre. El propio emperador te apoya, sus garras mantienen mi cabeza humillada, su pico ha peinado esta mañana mis cabellos blancos para la acogida del novio.
Ya había tenido el gusto de verla en Santo Tomás de Aquino. Casi somos de la familia; aliados por los hijos. Permítame usted, pues, que, como buen pariente, le dé la mano izquierda. La señora Chermidy, que razonaba con la rapidez del relámpago, comprendió desde la primera palabra la posición en que estaba colocada. Cualquiera que fuese su respuesta, siempre quedaría humillada ante el duque.
Sus ricas prodigalidades no podrían pertenecer al hombre que se ha dejado degradar de la dignidad de su especie y que ha traficado cobardemente con su independencia. ¡Y cuán profundamente se siente humillada el alma generosa que ha comprometido todas sus fuerzas en este contrato, cuando conoce el precio de su sacrificio, cuando se encuentra subyugada por el audaz ascendiente de esos insolentes dominadores, y cuando compara la presente con esas edades afortunadas de la juventud del mundo en que las sociedades circunscritas en los estrechos límites de las familias no reconocían otros poderes que los que le habían sido conferidos por la Divinidad, ni otro jefe que el que recibían de la naturaleza!
Y con su suave acento y sus modestos meneos disimulaba y contenía el impulso feroz que hace a la gata rabiosa tirarse a los ojos del contrario; diose al fin Currita por satisfecha y marchóse, dejando a su parecer a la dama duende confundida y humillada.
Si has estado en mi casa humillada, de hoy para arriba no volverá á suceder, te lo juro por mi salud... Ocuparás en ella el sitio que mereces, serás respetada como las santas que están en los altares y nadie hará allí sino tu voluntad... Á mí me basta para ser feliz oir tu voz y sentir tus pasos menudos. Soledad escuchó impasible este concierto de palabras dulces y protestas de amor.
Su imaginación volaba, volaba hacia el Escorial. ¡Qué feliz había sido allí siempre! ¿Por qué había tomado tanto empeño en venir a Madrid? Esta ciudad empezaba a causarle miedo. Jamás en su vida se había hallado tan humillada y tan inquieta.
¡Cómo le pican! exclamaba el público con risa feroz. Cesaron de rugir y estallar las banderillas. Hervía el carbonizado pescuezo con burbujas de grasa. El toro, al no sentir la quemazón del fuego, quedó inmóvil, jadeante, con la cabeza humillada, sacando una lengua seca, de rojo obscuro. Otro banderillero se aproximó a él, clavando un segundo par.
Otra mujer cualquiera se creería humillada necesitando acudir a cada instante a su marido para los menesteres más insignificantes de la vida doméstica. Ella juzgábalo natural, y sobre todo muy cómodo cuando la sórdida economía de Calderón no la apretaba demasiado.
Palabra del Dia
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