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Actualizado: 27 de junio de 2025
El cuerpo era proporcionado a la cabeza, de regular tamaño, y daba señales de recientes y muy considerables mermas de robustez, en los excesivos sobrantes del chaquetón y de los pantalones pardos con que le vestía; como las daban de pérdidas de vigor y fortaleza, la cerviz algo humillada y el andar no muy seguro.
Gutiérrez no podía darme nada de esto. Los galanes que me enamoraban no podían dármelo tampoco. Yo sufría, yo estaba humillada: yo soñaba en el gran señor que debía cubrirme de oro. Me importaba poco que fuese viejo y feo, con tal de que fuese rico y generoso. Yo necesitaba humillar á mis compañeras. Una tarde vi en un aposento á un señor muy grave y muy tieso, y al parecer muy rico.
Las últimas luces de la tarde penetraban desfallecidas por los calados rosetones, dando fantásticos contornos á las figuras pintadas en los vidrios. Abajo, en el templo, estaba yo solo..... ¿El canto de gloria y de muerte que exhalaba el órgano, caía sobre tantas sepulturas, sobre tanta grandeza desvanecida, sobre tanta soberbia humillada, como un sufragio ó como un anatema?..... ¡No sé!
En ambos se conservaba vivo, no obstante, el recuerdo de sus amores. A ella la agitaba un deseo punzante de venganza. Mientras aquel hombre anduviese en sociedad tan contento como aparentaba, se sentía humillada. En él, a pesar de su disfraz de indiferencia, ardía el fuego del amor o por lo menos del deseo.
En efecto, suele suceder que, por distracción, deja escapar de sus labios acentos apasionados; pero al punto parece humillada, y como avergonzada de este olvido de su carácter ó de su papel, y se apresura á entrar de nuevo en los límites de una helada corrección.
Los dos rieron con un regocijo infantil. Habían retrocedido hasta donde aguardaba el caballo, y Celinda se apresuró á montar en él, como si se considerase humillada y desarmada permaneciendo á pie. Además, «el gringo», á pesar de su alta estatura, quedaba de este modo con la cabeza al nivel de su talle, lo que proporcionaba á Flor de Río Negro la superioridad de poder mirarlo de arriba abajo.
Cuando salía en su busca, cuando tenía necesidad de verla, estaba seguro de encontrarla en alguna iglesia, de rodillas, humillada ante Dios. ¡Cuántas veces, sin que ella le viera, había entrado a verla en aquellos silenciosos lugares, y cuántas horas inefables había vivido así!
En medio de mi pena, de mi ternura humillada y del sombrío abatimiento en que me sumían las confesiones de Luciana, brotó de mí un relámpago de alegría. ¡Elena, al menos, es inocente y pura! ¿Hay, pues, mujeres leales, fieles y sin artificios y falsedades?
Su idea del amor, unido al deber, de la vida santa y respetable del hogar, y de todo lo bello que pueda encerrarse en dos existencias humildes y honradas, queda para siempre en el más puro de los idilios, en su poema Hermann y Dorotea, donde nos dejó asimismo la expresión sincera de su amor a la patria alemana, duramente humillada entonces por las conquistas napoleónicas.
¡Dichosa ella! solía decir el marqués, interviniendo en el caso algunas veces, mientras se paseaba por el gabinete, con las manos en los bolsillos, las cejas y los labios contraídos, la cabeza humillada y los ojos chispeantes, derramando la mirada, que quería ser triste, por los dibujos de la alfombra . ¡Dichosa ella, que está en la edad de las grandes impresiones, y puede llorar para desahogo del corazón oprimido!
Palabra del Dia
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